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Marlin Briscoe: el pionero que no se rindió

Fue el primer quarterback afroamericano de la era del Super Bowl. Eran tiempos duros los que le tocaron. El racismo estaba plenamente naturalizado en Estados Unidos y las barreras étnicas se levantabas por doquier. Marlin Briscoe las desafió y pagó un precio exagerado por ello.

Jugó con los Broncos de Denver a finales de los años sesenta. Fue seleccionado en 1968 y la rompió en su campaña como novato. Tanto que lo apodaron el "Mago". Comenzó cinco juegos, lanzó 1,589 yardas, dio 14 pases de touchdown, corrió para más de 300 yardas y anotó otros tres TD por vía terrestre. Sin embargo, en 1969 no se contó más con él. Pero eso no lo detuvo. Era un luchador.

Nació en septiembre de 1945 (justo al final de la Segunda Guerra Mundial) en Oakland, California. Su periodo colegial lo pasó en la Universidad de Omaha (hoy Nebraska en Omaha), donde logró un récord de 27-11. Acabaría en el Salón de la Fama Colegial muchos años después, en 2016.

Cuando los Broncos lo seleccionaron, quisieron colocarlo como cornerback, por su velocidad y explosividad, pero Briscoe se tenía fe como QB y luchó por ser considerado para una oportunidad como tal. En septiembre de 1968 llegó su hora, cuando el titular Steve Tensi se lesionó. Briscoe era el tercer mariscal, pero el coach Lou Saban decidió arriesgarse con él, pues no le tenía confianza al suplente Joe DiVito. Marlin saltó al emparrillado y su primera jugada fue un pase completo de 22 yardas. Luego encabezó una serie de TD de 80 yardas y anotó por tierra. Una semana más tarde, logró lo impensable y se convirtió en el primer QB afroamericano en iniciar un partido en la liga americana.

Pero el buen rendimiento de Briscoe no bastó. Los Broncos trajeron a Pete Liske como titular para la campaña de 1969 y Marlin optó por marcharse. Fue firmado por los Bills de Buffalo… Sí, pero no como QB. Su alternativa era cambiarse a la posición de wide receiver o convertirse en el cuarto en el orden de inicio en su posición. Desesperado por jugar, Marlin aceptó. Y volvió a romperla. Se convirtió en el líder en recepciones de touchdowns del equipo los tres años que estuvo allí (dos de ellos, además, fue el líder en yardas por aire) y llegó incluso a ser elegido All Pro.

Luego de la fusión de las ligas, en 1970, Briscoe fue cambiado a los Miami Dolphins para la temporada del 71. Y allí alcanzó su mayor potencial. Ganó dos súper bowl (el VII y el VIII) y fue líder en el archiconocido equipo de 1972, que consiguió la temporada perfecta, al ganar todos sus juegos de la campaña regular y los playoffs. Desfiló luego, siempre como receptor, por los Detroit Lions, los Chargers de San Diego y los Patriots, franquicia en la que puso fin a su carrera en 1976. 

Ya lejos de los estadios, Marlin vivió aún al máximo, con luces y sombras. Se convirtió en un exitoso corredor financiero, pero también enfrentó problemas de adicción que lo llevaron a largas internaciones hospitalarias. Logró, sin embargo, recuperarse, y se empeñó en cambiar de vida, fundando campamentos de futbol americano para niños y desempañándose a veces como orador motivacional. 

Marlin Briscoe, pionero en una posición en la que los afroamericanos aún tendrían que recorrer un largo camino hacia la confianza y el respeto, murió de neumonía el pasado verano, a los 76 años de edad. Su Universidad, Nebraska en Omaha, develó poco después de su fallecimiento una estatua en su honor. Más que merecida, hemos de decir.