Luego de que The Killers completara una exitosa gira por territorio mexicano, la agrupación oriunda de Las Vegas se ha vuelto a confirmar como una de las mejores bandas de estadio de los últimos veinte años. Para mí, a diferencia de muchos críticos musicales, enaltecer su condición de banda de estadio no esconde ningún desdén por su incuestionable legado. Hay gente, por otro lado, que encuentra en el apelativo una carga peyorativa que reduce su leyenda a un sofisticado show de fuegos pirotécnicos, una puesta en escena circense, una luz radiante y una energía especial.
Abro con esta reflexión porque también tiene mucho que ver con la manera en que analizamos la NFL. A veces hay jugadores de estadio a los que les pedimos hacer cosas de banda de estudio o de sala íntima de conciertos. Medimos el impacto de determinadas estrellas en función de lo que a nosotros nos gustaría que fueran y no tanto en función de lo que realmente son.
Un caso al que me gusta siempre recurrir es el de Josh Allen, quien claramente es un perfil jugador que se siente más cómodo encarnando al frontman hiperactivo. Su manera de vincularse con el futbol americano es explosiva y emocional. Eso no quiere decir que no sea un quarterback con lectura, sino que siente el juego de otra manera. Por eso, cuando le pedimos que no se exponga demasiado al contacto, que no fuerce la jugada jugada grande o que calibre sus salidas del bolsillo de protección, estamos pensando en imponerle una condición que no forma parte de su repertorio.
Hay ofensivas que por diseño exigen la presencia de un quarterback más estático, por ejemplo. Otras valoran más la movilidad. Otras la improvisación. Otras, las más metódicas, exigen ejecutar con precisión y no salirse del libreto. El caso es que a la hora de emitir juicios de valor debemos tener claro bajo qué contexto están operando los quarterbacks sus ofensivas y si ese contexto es el que les permite rendir mejor.
Puede que Dak Prescott no tenga el magnetismo y la personalidad para liderar una banda de estadio, pero quizá sí pueda ser una estrella en otro tipo de shows, con otro tipo de atmósferas y con otro tipo de recursos. Ahí está la clave a la hora de montar proyectos ganadores y decidir, a partir de un análisis riguroso, si un jugador es o no valido para tu equipo.
Por suerte, tanto en la vida como en el futbol americano, la gloria no es exclusiva para los que son capaces de presumir un setlist con tropecientos hits ante 60 mil personas. Hay quien puede ser capaz de transmitir más emociones con una guitarra acústica sin la necesidad de acompañar su música con decorados artificiales. A otros les interesa más la complicidad que se gesta en una pequeña sala de conciertos. Para bien y para mal, no todos podemos ser Brandon Flowers.