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Brady Quinn y los buenos deseos

Dublin, Ohio bien podría tratarse de la secuela de Paris, Texas, la legendaria cinta de Wim Wenders, aunque en realidad remite a un pequeño poblado de poco más de 40 mil habitantes a las afueras de Columbus en el que proliferan reivindicaciones de la cultura irlandesa. Ahí creció Brady Quinn, aquel quarterback atlético y bien parecido que citaba pasajes de la Biblia en Twitter y que insinuaba convertirse en la nueva cara de la NFL en 2007.

Lo normal para cualquier nativo del área de Columbus con cierta habilidad para practicar algún deporte, particularmente el futbol americano, era soñar con conseguir una beca en Ohio State, el programa más prestigioso del estado. Pero Quinn, un católico devoto, se acostumbró a viajar junto a su familia en carretera hasta el sur de la frontera entre los estados de Indiana y Michigan para ver los juegos de Notre Dame, el gran faro del catolicismo irlandés a nivel estudiantil en los Estados Unidos.

Todo este contexto provocó que rechazara ofertas de Ohio State y Michigan para irrumpir como una estrella universitaria en el sistema de Charlie Weis, asistente ofensivo de Bill Belichick durante década y media, con la complicidad del entonces electrizante receptor abierto Jeff Samardzija, quien terminó convirtiéndose en un lanzador abridor con 13 años de carrera en las Grandes Ligas. Su talento, habilidades físicas y la herencia de nombres totémicos de los Fighting Irish como Joe Montana y Joe Theismann le permitieron erigirse como uno de los prospectos de quarterback más emocionantes de la primera década del siglo XXI.

!Las expectativas en torno a su techo competitivo eran tan grandes que su scouting report previo al draft de 2007 incluía una nota que sostenía lo siguiente: “Charlie Weis, quien ayudó a transformar a Tom Brady de una selección de sexta ronda a un futuro miembro del Salón de la Fama, está absolutamente entusiasmado con Quinn, y no puedes subestimar el valor de tener ese tipo de sello de aprobación… Un pasador prolífico que básicamente reescribió los libros de récords en Notre dame… El paquete total que tiene todo lo que buscas en un operador de juego... Un posible quarterback franquicia del molde de Carson Palmer”.

En el sorteo de ese mismo año, Quinn se convirtió en el segundo quarterback seleccionado en la primera ronda tras JaMarcus Russell. Contra todo pronóstico, los Dolphins eligieron al velocista Tedd Ginn Jr. y los Browns escalaron posiciones para tomarlo en la posición global 22. Su primer año bajo las órdenes de Romeo Crennel —otro deudor de Belichick, como Charlie Weis— coincidió con la mejor temporada de Derek Anderson en toda su carrera. Luego fue víctima de la abrupta transición entre Crennel y Eric Mangini, también parte del staff de los primeros Patriots dinásticos, y la verdad es que nunca demostró estar listo para establecerse como un quarterback de tiempo completo en la NFL. En general, durante sus años en Cleveland apenas pudo encadenar seis aperturas antes de ser cambiado a los Broncos por el corredor Peyton Hillis.

!En Denver realmente nunca amenazó la titularidad de Kyle Orton en 2010 ni la de Tim Tebow en 2011, por lo que en la Milla Alta se le recuerda únicamente por aquellas controvertidas declaraciones vertidas para el reportaje escrito por Michael Silver en GQ: The year of Magical Stinking: An Oral History of Tebow Time, en las sugería que Tebow era simplemente un quarterback magnético y con suerte, además de criticar la manera “tan poco humilde en la que demostraba su fe” en el locker room.

En 2012 tomó sus maletas y se marchó rumbo a Kansas City, donde una contusión cerebral de Matt Cassell le permitió jugar la segunda mitad de temporada casi en su totalidad con resultados mediocres. Ante la llegada de Andy Reid a la organización, la era Alex Smith lo obligó a buscarse la vida en otro lugar. Luego persiguió sin éxito una ventana para encontrar sitio en los rosters de los Seahawks, Jets y Rams, para terminar uniéndose al equipo de transmisión de NFL en Fox como analista.

En el umbral de la temporada de 2014, mientras vivía en Fort Lauderdale con la otrora gimnasta olímpica Alicia Sacramone, surgió la posibilidad de redimirse como profesional en Miami, el equipo que lo vio pasar en aquel sorteo, ahora no como el quarterback franquicia de antaño, sino como un hipotético suplente de Ryan Tannehill. "Es un poco loco que casi ocho años después, finalmente estoy aquí. Siempre he esperado una oportunidad real para jugar al más alto nivel", dijo a su llegada. Después de dos semanas, perdió la batalla con Matt Moore y el sueño se desvaneció para siempre.

En total fueron siete años de carrera en la NFL que no deberían servir para conmover a nadie, pero olvidarnos tan pronto de Brady Quinn sería un acto irresponsable. No todos merecen ser medidos por sus actos, sino por sus buenos deseos.