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Caleb Williams, justo a tiempo

Vivimos en una época donde lo efímero parece ser la norma. Consumimos contenido en redes sociales y recibimos una enorme cantidad de estímulos a lo largo de cada día que no hacen más que alimentar esta dinámica.

A medida que las posibilidades y la oferta de consumo, actividades o distracciones aumenta, el tiempo que le dedicamos a cada una disminuye. Mientras tanto, el mundo gira y nuestra atención hace lo propio, atravesando distintos espacios y lugares.

En la NFL –y específicamente en la posición de quarterback- esto no es algo nuevo. Es probable que el contexto actual que describo no contribuya a dosificar el extremismo con el que se suelen tomar decisiones acerca del rumbo que cada franquicia elige tomar para encarar su búsqueda de un mariscal de campo. De todas formas, la estructura misma de la liga exige que estas decisiones no demoren demasiado en llegar.

El caso de Caleb Williams (primera pick global del pasado Draft) en Chicago Bears es interesante para analizar por diversos motivos. Aunque los Bears son una franquicia icónica en la NFL, podemos decir que nunca han tenido la suerte de disfrutar de un talento generacional en la posición más importante del deporte.

Williams, ganador del trofeo Heisman y dueño de una de las carreras más prolíficas a nivel individual en la historia del college football, arribó a Chicago bajo la gran ilusión de una ciudad que creía haber encontrado a su salvador.

Si bien es cierto que en épocas anteriores era normal que un QB seleccionado en la 1era ronda del draft no fuera titular de forma inmediata (una señal de que efectivamente las franquicias ejercían un poco más de paciencia), Caleb fue lanzado a los leones desde el inicio.

Desde afuera, parecía que Chicago había logrado armar un hábitat amigable para su QB novato, sobre todo por las armas que le entregó en términos de skill position players (RB, WR, TE). Renovación a DJ Moore, selección de 1° ronda gastada en otro receptor como Rome Odunze, fichaje de un veterano como Keenan Allen y un corredor versátil como D´Andre Swift.

Sin embargo, Williams no terminaba de explotar. Como casi siempre, la respuesta se encontraba en dos lugares: la línea ofensiva (tras 11 semanas, Caleb era el QB más capturado en toda la NFL) y el entrenador.

En este caso, el nombre a reemplazar fue el de Shane Waldron, coordinador ofensivo. Tras varios encuentros en donde el ataque parecía estancado y Williams sencillamente confundido, la derrota en Semana 10 ante New England Patriots (19-3) fue el punto de inflexión.

Allí, los Bears entendieron que había que tomar decisiones drásticas para que la historia de Caleb Williams en Chicago no terminara como tantas otras fábulas de promesa que nunca pudieron convertirse en realidad. Afuera Waldron, adentro Thomas Brown, quien actuaba como coordinador del juego de pase y tenía experiencia trabajando en Carolina Panthers y en el staff de Sean McVay en Los Angeles Rams.

Lo que sucedió a continuación fue una evidente mejora en el juego de Williams. Thomas incluyó conceptos con los que el QB se sentía más a gusto, lo motivó a utilizar más sus piernas y generar jugadas positivas como corredor. La línea ofensiva, lejos de ser elite, pasó de conceder 9 sacks contra los Pats a 3 ante Green Bay Packers, en el primer partido bajo esta nueva estructura ofensiva.

Con una semana más de trabajo, el domingo pasado vimos (lejos) el mejor partido en la joven carrera de Caleb. 340 yardas, 2 TD´s (cortando una racha de cuatro partidos sin un pase de touchdown) y 33 yardas por tierra. Por fuera de las estadísticas, Williams dejó un par de jugadas para el recuerdo (como la que vimos más arriba) y, sobre todo lo anterior, se lució en el final del partido, anotando un TD + conversión de 2pts y lanzando un dardo para DJ Moore que le permitió al kicker Cairo Santos mandar el partido a tiempo extra de forma dramática.

No es para nada relevante que Chicago terminó perdiendo. Tampoco lo es el hecho de que, post derrota, las posibilidades de que los Bears alcancen las postemporada quedaron cercanas al cero.

Este año se trataba 100% sobre Caleb Williams. Hemos visto, a lo largo de los últimos años, como una gran cantidad de jóvenes QBs terminan siendo desechados por las mismas franquicias que los draftearon en primer lugar. En apenas 2 meses y monedas, Williams había pasado de ser el príncipe azul de la ciudad de Chicago a… un jugador con futuro incierto. Así de rápido pasa el tiempo en la NFL para los quarterbacks.

La front office de los Bears actuó de manera acorde, ajustando donde había que ajustar. Es probable que falten decisiones aún más drásticas (léase: Matt Eberflus, entrenador en jefe, que para mí tiene los días contados), pero al menos con el switch Brown x Waldron, Chicago compró lo que hoy en día realmente vale más que oro: tiempo.