“El ganador se lo lleva todo”, dice la vieja canción de Abba, “y el perdedor se hace pequeño al lado de la victoria”. Pues sí. Los Chiefs de Kansas ocupan hoy todos los titulares y tienen los reflectores a su disposición. Entretanto, los 49ers de San Francisco, caídos a la relativa oscuridad del derrotado, deben lamerse las heridas y pensar en rearmarse.
Así sucede en todos los deportes. La competencia, a fin de cuentas, solo admite un vencedor. Y todos los demás, incluso el que llevó al triunfador al límite del tiempo extra y fue superado por la diferencia de una jugada, como sucedió en este caso, se quedan con las manos vacías. Pero sabemos que nadie siente tanto el peso de la caída como el que se quedó más cerca que ninguno de los otros de conquistar el Lombardi. Puede sonar a paradoja, pero es verdad que los Titans, los Rams, los Colts, cualquiera que usted piense, duermen hoy en mayor paz que los 49ers. Porque ellos no se quedaron, esta vez, en la orilla.
Abundan, en la NFL, las historias de los equipos que no pudieron reponerse del todo de sus grandes derrotas. Los Dolpinhs de Dan Marino cayeron en el Super Bowl XIX, celebrado en enero de 1985. Lo hicieron ante, precisamente, los 49ers de Montana. Y jamás pudieron volver al gran juego, a pesar de que tuvieron en sus filas a un Quarterback de esos que forman épocas.
Otros casos aún más dramáticos: el los de los Vikings de Minnesota de los años setenta, quienes comandados por Fran Tarkenton alcanzaron los Super Bowl IV, VIII, IX Y XI y los perdieron todos. Y, a su imagen y semejanza, el de los Buffalo Bills de los noventa (los del recordado Quarterback Jim *Machine Gun* Kelly), que llegaron consecutivamente a los Super Bowl XXV, XVI, XVII Y XVIII y fueron vencidos en cada uno de ellos. Vaya constancia la de aquellos equipos, tiene que pensar uno, para levantarse de la lona e intentarlo una y otra vez, sin encontrar jamás el alivio y la redención de un triunfo.
Queda el consuelo de que otras franquicias y jugadores sí que consiguieron sacudirse las secuelas de las derrotas y ganarse en el terreno su anillo de Super Bowl. Quizá ninguna tan enjundiosa como los Cowboys de los años setenta, los del coach Tom Landry y el QB Roger Staubach, quienes cayeron en el Super Bowl V ante los Colts de Baltimore, vencieron a Miami en el VI, fueron derrotados en el X por los Steelers, volvieron a ganar en el XII ante los Broncos de Denver y aún cayeron en el XIII otra vez ante los ya citados Steelers (y sumaron dos caídas en juegos finales de conferencia). Un sube y baja de emociones, que, sin embargo, dejó constancia de un equipo mentalmente a prueba de balas, capaz de intentarlo una y otra vez y de sobreponerse a la frustración.
¿Serán capaces de resurgir estos 49ers de Purdy, McCaffrey, Samuel, Bosa y compañía? Habrá un largo offseason y una aún más larga próxima temporada para descubrirlo.