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Cincinnati nunca fue una ciudad cualquiera

‘Encima del Reno’. Over-the-Rhine en inglés, Über den Rhein en alemán.

Uno de los barrios históricos más grandes y mejores conservados de los Estados Unidos.

No te lo esperarías en un sitio del interior de un territorio que a priori no ha tenido la influencia multicultural que los inmigrantes han brindado a las metrópolis de la costa atlántica. La mayoría de los alemanes que llegaron a esta parte del nuevo mundo se establecieron aquí. En la zona de la ciudad más allá del canal Miami and Erie. Sabían que no hubieran vuelto a su tierra de origen. Quizás tampoco tenían ganas de hacerlo. Pero querían recordar aquel gran río que arranca elegante en Basilea para luego extenderse impetuoso por muchos kilómetros separando a Alemania y Francia. Todo ello, antes de irse hacia el oeste y acabar en las glaciales aguas de la parte occidental de Países Bajos después de haber rozado Rotterdam.

Aquel canal hoy ya no existe, pero en sus vísceras encontramos una huella de la importancia que tuvo la ciudad. El agua ha dejado espacio al asfalto, pero más abajo se pueden encontrar las vías abandonadas de un proyecto majestuoso que empezó a principio del siglo XX y que, sin embargo, acabó muriendo. El metro. Hoy, un esqueleto fantasma bajo las calles urbanas.

¿El nombre de esta ciudad? Les doy una pista. No es en inglés, ni siguiera una herencia de uno de los idiomas de los nativos americanos. ¿Todavía no lo adivinan?

Un tal Arthur St. Clair -gobernador del Territorio del Noroeste- le dio su actual denominación. Posiblemente por sugerencia de un topógrafo de nombre Israel Ludlow, que quería homenajear a la sociedad de la que en aquel momento era el presidente. Esta sociedad era formada por unos oficiales del Ejército Continental de la Guerra de Independencia que inventaron el apelativo pensando en Lucius Quinctius Cincinnatus. Un dictador de la República Romana que salvó a su ciudad de una crisis para luego retirarse de la vida política y dedicarse a la agricultura para no permanecer en el poder. Era la Sociedad de Cincinnati.

Bienvenidos.

En aquel barrio separado de la actual Downtown se aprecia también uno de los mejores ejemplos de arquitectura italiana presente en los Estados Unidos. Equiparable al Greenwich Village de Nueva York, o el Vieux Carré de Nueva Orleans. Como relevancia arquitectónica se acerca a los preciosos distritos históricos de Savannah, en Georgia, y Charleston, en South Carolina.

No se han acabado las sorpresas.

Aquí se formó el primer equipo profesional de béisbol en la historia de los Estados Unidos. Los Reds ya habían conquistado dos anillos antes de perder las World Series de 1961 contra los Yankees. En aquellos años rutilantes, el football carecía de representantes. Pero en el mismo estado -Ohio-, jugaban los Browns. Entidad que bajo la batuta de Paul Brown había sido el mejor equipo de la National Football League en los años ’50 con figuras legendarias como el corredor Jim Brown. Sin estas dos franquicias, difícilmente se podría entender al nuevo combinado que estaba a punto de nacer.

Mientras se estaba gestando la historia del ovoide en Cleveland, Paul Brown jamás se hubiera imaginado que su obra maestra llegaría en Cincy. Pero en cualquier buena familia puede pasar de todo. Paul se fue desquiciado de los Browns con una clara idea en su mente, fundar un equipo de football profesional en Cincinnati. Cerró un acuerdo con la ciudad, el condado y los Reds que buscaban una casa que pudiera sustituir al añejo Crosley Field. El nuevo recinto hospedaría ambos equipos según la moda de la época. Construir estadios que pudieran utilizarse para béisbol y fútbol americano. Otro muy parecido al nuevo Riverfront Stadium, fue el Three Rivers Stadium y no solamente porque surgían a la orilla de uno ríos.

En 1967 nacieron los Bengals. ¿Nombre acorde con la ciudad? Pues sí. De hecho, era muy famoso por el área. Un tigre algo peculiar que vivía en el zoológico que sigue protagonizando la parte norte de la urbe.

Además, Paul Brown se convirtió en el entrenador del equipo. Todo un visionario. Empezó a utilizar vídeos para investigar las tácticas de los rivales, la protección facial combinada al casco y la conexión vía radio entre el mariscal de campo y el banquillo.

En el Riverfront Stadium los años 70 empezaron de fábula para el béisbol al brillar un conjunto que pasó a la historia como la Big Red Machine. Uno de los más fuertes que jamás haya pisado un diamante. Los Reds cautivaron el imaginario colectivo por ganar de una forma estilosa y sensacional. El poderío de su ataque dio origen al apodo inventado por un periodista del más importante rotativo de la zona, el_ Cincinnati Enquirer_. Se le ocurrió a finales de los años ’60, una premonición de lo que hubiera ocurrido poco después.

Los Rojos dominaron la década y ganaron dos clásicos de otoño de forma consecutiva, contra Red Sox y Yankees. Las World Series del año 1975 se convirtieron en un clásico ineludible de la literatura de los diamantes. Aquellas siete rutilantes batallas contra los de Boston merecieron citaciones en libros y películas.

En los años ’80 los Bengals querían seguir las estelas de sus hermanos. Vivieron su mejor época hasta la fecha. Paul Brown seguía siendo el propietario y GM del equipo. No el entrenador. Rozaron dos veces la gloria. Lo sabemos, el deporte es caprichoso, a menudo cruel para algunos, excitante para otros.

Los Reds han vuelto a ganar las World Series, de manera muy sorprendente en 1990. A partir de entonces, muchas decepciones. Empezaba la crisis. La ciudad cambiaba. Fue reducida la Cincinnati Skywalk. Esta curiosa ‘ciudad’ cubierta que permite pasar de un edificio al otro sin tener que salir al aire libre. Una bendición durante los temibles inviernos de esta parte del mundo. Reds y Bengals se divorciaron. Por un lado, el Great American Ball Park con la estatua de Johnny Bench. Por el otro, el recinto dedicado a quien lo inventó todo, el Paul Brown Stadium.

En 2011, Brown falleció. Desde que se acabaron los ’80 la entidad entró en un túnel de mediocridad que solo un chaval fue capaz de poner luz, Joe Burrow. El nuevo fenómeno de la época. Dos finales de conferencia consecutivas y un Gran Baile. Falta el título.

El arranque de esta campaña no ha sido prometedor. Pero hay tiempo para reconducir el barco y llegar al paraíso. Ahí aguarda el Cincinnati Chili, plato nacional. Si pasan por allí, no se lo pierdan.