Un niño tocaba todo los instrumentos posibles con una maestría más propia de una estrella. Lo escuchaba Berry Gordy, fundador de la etiqueta que a lo largo de décadas ha producido los mayores éxitos de la música afroamericana. El hombre, sacudido por estas entrañables melodías, soltó espontáneamente, ‘This kid is a wonder’ -Este niño es una maravilla-. En frente tenía a Stevland Hardaway Morris, pero sin querer le acababa de apropiar el apodo con él que lo conocerá todo el mundo: Stevie Wonder.
Quizás es el ejemplo más asombroso, nunca mejor dicho, de la rutilante escena musical que se ha desarrollado en la ciudad alrededor del su eje, la industria del automóvil.
Estamos en un estado muy peculiar, cuyo nombre toma su origen del idioma Ojibwa, hablado por los nativos que dominaban entonces. Michigani significaba “enorme agua”. En la parte norte, una naturaleza impetuosa y al sur las urbanizaciones. De hecho, el nombre de su ciudad principal tiene sus raíces en la vieja Europa. Los primeros colonizadores que llegaron allí desde Francia la llamaron Détroit, es decir “estrecho”. La urbe se extiende entre el espacio que conecta el lago St. Clair y el gigantesco Lago Erie. Abajo encontramos la ciudad canadiense de Windsor, arriba Detroit.
El destino de este sitio cambió cuando un hombre desarrolló las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa. Se llamaba Henry Ford. Pocos años después introdujo en el mercado automovilístico estadounidense algo que cambió para siempre a todo el país y el mundo entero, el Ford T.
Ford era de Dearborn, área metropolitana de Detroit. Este rincón atraigo una cantidad descomunal de mano de obra, mucha de ella afroamericana. Alrededor de este gran flujo migratorio se desarrolló la cultura musical de la ciudad inmortalizada para siempre por la etiqueta Motown de Gordy. De la familia forma parte otra representante divina, todavía me emociono pensando en su voz, Diana Ross.
La música, en este caso del rapero Eminem, nacido por aquí, nos recuerda la curiosa estructura que tiene la metrópoli desde el punto de vista urbanístico. En su famosa ‘8 Mile’ menciona a la octava y última arteria, separadas cada una por una milla, entre las cuales se reparte el tejido vial, antes de llegar al siguiente ayuntamiento.
La ciudad es además vibrante si nos fijamos en su mezcla seductora de estilos arquitectónicos y en su famosa escena teatral, en el país segunda solo a la de Nueva York, que ha enriquecido a la controvertida ‘Downtown’.
El abandono de los centros de la ciudades para encontrar un sitio donde vivir en el extrarradio de las áreas metropolitanas fue y es un fenómeno común en Norte America pero en Detroit ha dejado, junto con la crisis de la industria de los coches, unos rasgos trágicos. En algunos puntos el panorama parecía más proprio de la ciudad fantasma de Pripyat que de una de la 10 urbes más importante de los Estados Unidos. El deporte ha sido la salvación y el ancla sobre el cual se ha y se sigue intentando, con excelente resultados, volver a reconvertir el centro histórico.
No es casualidad si se trata de la única ciudad estadounidense en la que todos sus 4 equipos se exhiben en el downtown. Los Tigers siempre han jugado allí desde el principio del siglo pasado y, en el nuevo milenio, tras abandonar al legendario Tigers Stadium de Corktown, teatro de míticas Series Mundiales, han construido el esplendido Comerica Park. Los Detroit Red Wings que ofrecen el otro apodo a la ciudad ‘Hockey Town’, jugaban en la Joe Louis Arena, dedicada al mítico ‘Bombardero de Detroit’ uno de los más poderosos pesos pesados de la historia, antes de compartir la Little Ceasars Arena con los Pistons que por muchos años habían jugado en las colinas de Auburn, sobre todo en la época de los Bad Boys. Finalmente los Lions, el único equipo que no nació en Detroit, jugaban en el Silverdome de Pontiac antes de moverse al Ford Field.
La gran economía local ha querido apoyar a todos estos recintos. Comerica es un banco que nació en la ciudad, Ford ya lo sabemos, Little Ceasar es un caso curioso. Se trata de una cadena que sirve la famosa Detroit Pizza. Con una base más alta con respecto a la New York Pizza sin llegar a la exageración de la Chicago Pizza. La base es muy crujiente y los ingrediente son generosamente puestos encima de la pasta que tiene los bordes también altos.
Todas las franquicias han ganado varios títulos en sus deportes, algunos formaron dinastías, pero los Lions lo hicieron solamente en la era de la NFL previa a la Super Bowl. Nacieron en Portmouth en el cercano estado de Ohio. Cuando el equipo se mudó a Detroit el presidente preguntó a un jugador, Glenn Presnell, y a su esposa, cuál era su combinación de colores favorita entre algunas que les habían propuesto. Ellos escogieron azul y plata. El azul que a partir de entones lucieron los Lions, es oficialmente el Hawaiaan Blue, inspirado en las olas de Hawaii, algo lejano pensando en Detroit. El mismo presidente fue el responsable de que los Lions jueguen siempre en el Día de Acción de Gracias debido a que era propietario también de la estación de radio local de la NBC. Se aseguró que la cadena pudiera retransmitir a lo largo de toda su red nacional el juego de su equipo en aquel día tan sonado. Eran los años treinta. La tradición sigue.
Lamentablemente ostentan un récord poco anhelado. Son el único combinado siempre presente en la era Super Bowl que nunca ha disputado un Gran Baile. De hecho en esta horquilla temporal han ganado solamente un partido de playoffs en 1991, la época del mítico Barry Sanders, quizás el mejor corredor de la historia. Él que con su fuerza brutal aminoraba a todas la defensas rivales, no pudo sortear el último obstáculo antes del duelo más codiciado.
Mantienen rivalidades con los históricos Chicago Bears y Green Bay Packers. También con los Cleveland Browns, contra los que ganador tres de los cuatro Championships que lucen en sus escaparates. El primero, en 1935 llegó contra los Giants de Nueva York.
Dan Campbell es un hombre que conoce la historia de la ciudad. Sabe que estas feroces rivalidades tomarían más lustros si los suyos podrían presumir de un anillo en sus dedos. Es el entrenador que ha devuelto la ilusión a los leones. Quizás falta algo para actuar en un gran baile pero la sinfonía está cambiando. Los aficionado esperan volver a escuchar la del niño Steveland.