A propósito del adiós definitivo de Tom Brady, la redacción de Mundo NFL conversó en torno al legado tangible e intangible del mítico quarterback durante sus 23 años de carrera en la NFL.
William Shakespeare escribió que no había que temer a la grandeza. Según él, había gente que nacía con ella y otros a los que les era impuesta. Sin embargo, eran unos pocos quienes lograban la grandeza por sí solos. Y a estos era a los que había que admirar. Para llegar hasta aquí, Tom Brady ha tenido que ir demostrando que no era alguien normal a cada paso que ha dado en su vida. Ha ido trabajando y moldeando su juego hasta llegar a ser, probablemente, quien mejor lo ejecutaba entre todos sus adversarios. Muchos fueron los que no quisieron rascar la superficie de aquel chaval enclenque que se presentó al draft del año 2000, para descubrir después todo el potencial que tenía en su interior. Sin embargo, el que sí lo hizo y sacó lo mejor que había dentro de aquel joven, tampoco quiso creer que Tom Brady sería capaz de ganarle al rival más duro de todos: al tiempo. Finalizaba Shakespeare su cita diciendo que, para algunos, la grandeza terminaba quedándoles grande, haciendo que su legado quedase mancillado. Cuando has ganado lo que ha ganado Tom Brady, la grandeza solo es otro atributo más a una carrera sin igual. Nadie será más grande.
Los récords, estadísticas, números y marcas pueden ser olvidadas con el pasar del tiempo, incluso superadas por las nuevas generaciones, pero el impacto, respeto y legado que se deja en el camino son rastros imborrables de las grandes personas o atletas. Tom Brady es uno de esos que entra en un grupo de élite. Un grupo de deportistas que superaron su deporte, que trascendieron más allá de un campo de futbol americano, de una organización y de una liga, así sea tan fuerte como la NFL. Después de 23 temporadas, Tom Brady anuncia su retiro definitivo. A la edad de 45 años, como lo había manifestado, deja el deporte que lo proyectó a lo más alto. Atrás quedarán sus 10 Súper Bowl y 7 anillos conquistados, su cinco veces MVP del Súper Bowl, sus más de 89 mil yardas y más de 600 pases de anotación. Lo que quedará por siempre será su legado. Eso que acaba por distinguir a los mejores de todos los tiempos. Porque ganar el reconocimiento de tus compañeros te coloca como un grande, pero tener la admiración de los rivales solo se le puede acreditar a las leyendas. Brady deja cualquier cantidad de récords en la NFL, pero su legado es de un tremendo competidor, un obsesionado por ganar, una ética de trabajo, sacrificio por ser mejor, liderazgo para hacer mejor a los que tenía a su alrededor, humildad con los compañeros, determinación por el trabajo en equipo y exigencia al rival para enfrentarlo. Lo anterior son conceptos que dicen sus adversarios, jugadores y entrenadores, así como sus compañeros de equipo y eso vale mucho más que cualquier récord o Trofeo de Campeón. Tom Brady se retira como el más grande jugador que haya pasado por la NFL. Está en un sitio privilegiado del deporte mundial junto con Michael Jordan, Roger Federer, Serena Williams, Muhammad Ali, Usain Bolt y Michael Phelps, entre otros.
El calendario marca 3 de febrero. El año: 2002. En el Superbowl XXXVI, St.Louis Rams y New England Patriots empatan 17-17. Queda 1:21 en el reloj, New England tiene la pelota en su propia yarda 17 y a Bill Belichick no le quedan tiempos muertos para utilizar. La transmisión de la cadena FOX la lleva a cabo LA dupla icónica que ha tenido la NFL: Pat Summerall en el relato y John Madden en los comentarios. Antes de que comience la posesión de los Patriots, Madden –el nombre más reconocido y una institución del fútbol americano- dice lo siguiente (traducido): “sin timeouts y tan atrás en su campo, creo que los Patriots deberían dejar correr el reloj e ir a tiempo extra”. En el momento, la opinión de Madden tenía (cierta) lógica. En ese entonces, el QB de New England era un rookie, drafteado de casualidad en el puesto número 199. Para las casas de apuesta, los Rams eran favoritos por 14 puntos. Es decir, ya era un milagro que los Patriots llegaran con chances al cierre. Cuatro minutos (de tiempo real), siete jugadas y 52 yardas después, Madden volvió a abrir su micrófono. Mientras Adam Vinatieri entraba al campo, el legendario comentarista dijo: “lo que Tom Brady acaba de hacer me puso la piel de gallina”. El 16 de enero de 2023, Dallas Cowboys le está ganando 31-6 a Tampa Bay Buccaneers en el último cuarto. Bajo cualquier punto de vista, el partido está liquidado. El tema es que el QB de los Bucs es un veterano de 45 años, drafteado de casualidad en el puesto número 199. Y esta película ya la vimos. En el medio, pasaron 21 años, 382 partidos, 10 Superbowls jugados y 7 anillos. En ese lapso de tiempo, los que tuvimos la suerte de verlo nos acostumbramos a esa sensación que describía perfectamente John Madden, sentado en la cabina de FOX del Superdome de Louisiana. Gracias por las goosebumps, TB12. No te retires nunca.
Personalmente, con la carrera de Tom Brady he vivido un sueño. De verle y disfrutarle como un niño a poder retransmitirle partidos y disfrutar de su grandeza a la hora de estudiar su juego. Cuando comencé a interesarme por el futbol americano apenas entendía el juego. Pasaron años intentando entender un deporte que en España era extraño y del que no sabía ni las reglas más básicas. Pero entonces, Brady ya ganaba. Muchos años después era el encargado de comentar los partidos en la televisión española. Mi trabajo era el de meterme en la cabeza del jugador más inteligente de la historia, entender su plan para atacar la defensa y transmitírselo al espectador. Ese reto mental con el mismísimo Tom Brady es lo que más disfruté, y por supuesto, lo que más voy a echar de menos. Se va el mejor.
¿Por dónde comenzamos, Tom? He escuchado infinidad de veces decir que no eras el más rápido, ni el de mejor brazo, ni el más atlético. Pero eras el mejor. Menos veces he escuchado hablar de tu inteligencia, de tu disciplina y de tu competitividad. Y aún más escaso es encontrar mención de tu lectura de defensivas, tus movimientos dentro de la bolsa o tu espectacular release por debajo de 3 segundos. Ni siquiera sobre tus reestructuras de contrato y el aspecto ético y estratégico que, en una liga con tope salarial, también es clave para la victoria. Los intangibles, Tom, los intangibles. No entendí tampoco la animadversión de un sector de la peña Patriot. Comprendo el dolor de la partida, pero ya decía Salinger “No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo”. Para mí nunca hubo discusión. El cariño se quedó intacto, o aumentó si acaso. El adiós deja una sensación de orfandad. Los ídolos crecen, se marchan y te obligan a crecer con ellos. Asumes la inexistencia de los unicornios mientras doblas tu carga de ropa. Y al final llega alguien más, claro. Quizá puedas admirar de nuevo, pero es distinto. Tú eres distinto. Y me parece que nada vuelve a ser igual.
Tom Brady ha sido siempre un competidor nato. Ha desafiado a lo largo de su vida a las expectativas, a sus críticos, a las lesiones, al paso del tiempo… y siempre salió victorioso. Solo alguien muy especial consigue ganar un campeonato la temporada después de romper su mágico tándem con el mejor head coach de la historia. En una era de las redes sociales en la que todo es criticable y nadie está a salvo de nada, Brady ha conseguido unanimidad en el mundo del deporte sobre una cosa: es el más grande (el GOAT) del football. Veintitrés años al máximo nivel en una competición tan dura e inmisericorde como la NFL es lo que consiguen. Llegó de tapado a una liga que estaba en pleno proceso de renovación y de crecimiento para convertirse, para sorpresa de todos, en su figura más icónica. Hasta para alguien que no sigue el deporte, mencionar su nombre es signo inequívoco para que entienda de qué estás hablando. Decir Tom Brady es pensar en NFL, igual que decir NFL es pensar en Tom Brady. Gracias por todo, Tom.
Tom Brady es para muchos el mejor pasador de todos los tiempos, y quizás el mejor jugador de la historia. Sin embargo, para un servidor es mucho más que eso. Sin ser el más rápido, ni el de mayor movilidad, o el de mejor brazo, Brady obtuvo una gran cantidad de logros basados en su determinación, profesionalismo y dedicación. Y es justamente lo anterior lo que puede servir como modelo a seguir para muchos que no tienen grandes atributos atléticos pero que basados en su ejemplo pueden ver realizados sus sueños. Después de todo Brady ganó 7 anillos de Super Bowl luego de ser elegido como número 199 en su Draft, y al llegar al campo de entrenamiento de los Patriotas era el sexto quarterback. Pero fue su actitud la que le llevó a decirle al propietario del equipo Robert Kraft al momento de conocerlo, que el haberlo elegido era la mejor decisión que había tomado la organización, y no se equivocó.
Para muchos de nosotros, una NFL sin Tom Brady es prácticamente imposible de imaginar. Estamos tan acostumbrados a verlo en el campo que sentimos una gran nostalgia siendo parte del fin de una era. Amado por muchos, odiado por muchos, Tom Brady ha sido el estandarte de la liga en los últimos 23 años, un jugador que ha ganado prácticamente todo lo que un jugador puede ganar y que pasará a la historia como el mejor de todos los tiempos porque de mi lado no hay duda de eso. Si Tom Brady significa eso para los aficionados de la NFL, no les quiero ni contar lo que representa para un aficionado de los New England Patriots. El QB que construyó una franquicia ganadora, que elevó a lo más alto a un equipo que no tenía nada. Pero más allá de los récords, la NFL debe agradecerle mucho a Tom estos 23 años. Sin duda fue la razón por la que muchos empezaron a ver (o amar) esta liga, por la que seguían viéndola, ya sea por emoción o por morbo de incluso quererlo ver perder, porque nos regaló los mejores regresos de la historia como el del SBLI, las mejores jugadas, las mejores historias. Sin duda, va a ser muy agridulce ver la NFL la siguiente temporada sin él.
De todas las palabras que se han usado para definir a TB12, creo que pocas lo definen tan bien como “competidor”. Está claro que no fue el más talentoso como Rodgers, o el más inteligente como Peyton, ni el más atlético como Lamar, pero su naturaleza de conquistador lo llevó a lo más alto. Siempre quiso ganar, incluso cuando no había nada que perder. Esta carrera me dio la oportunidad de entrevistarlo. En el Media Day previo al Super Bowl LIII, cuando el ambiente es más relajado, le pregunté muy calmo su parecer sobre la nueva generación que se asomaba en la NFL (su rival en turno era Jared Goff y venían de grandes años de novato Dak Prescott y Carson Wentz); quizá más de uno me aborreció tras la pregunta porque el buen ánimo de Tom cambió por un momento. La mirada mutó. Me echó, por un segundo, esa mirada retadora con un aire de molestia ante la cuál no dije más y dijo muy tajante “yo vi a Drew (Brees) en la Final de Conferencia, Ben (Roethlisberger) y Aaron (Rodgers) siguen jugando a gran nivel. No veo ese cambio que dices, aquí seguimos”, no tuve respuesta, Tom procedió a ser amable con las demás preguntas pero ganó la entrevista y me dejó claro que le importó ganar siempre, hasta cuando no había nada en juego, siempre quería convencer y a base de éxitos lo logró. No ha existido un competidor más fiero, “no voy por Montana, voy por Jordan” dijo hace unos años y cumplió. El más grande de toda la historia no perdió, solo se ha ido a ganar a otros escenarios.
El desembarco en la NFL de Tom Brady representó el típico relato inspirador que se consume a granel del otro lado de la frontera. El adolescente californiano que interioriza el juego desde la épica de Joe Montana es desestimado por 31 de 32 organizaciones de NFL en el Draft de 2000; incluidos los 49ers, el equipo de su infancia en San Mateo, uno de los suburbios más grandes de la península de San Francisco. En una liga y deporte tendiente a la hipérbole, nadie convivió mejor con los titulares rotundos que Tom Brady. Desde su paso por Michigan, donde fue suplente de Brian Griese y compatibilizó snaps con Drew Henson, Brady ha coleccionado hazañas derribando mitos: el del atleta imperfecto, el del quarterback de sistema, el del brazo promedio, el del manto de Belichick, el del Patriot Way. Además de los récords y los anillos de campeón, logró convertirse en un tema ineludible de la conversación de futbol americano en cualquier sobremesa, alcanzando el status de ídolo popular. Resulta muy desconcertante que siga existiendo gente obstinada en normalizar el legado de Brady. Basta mirar el epílogo de Peyton Manning y Drew Brees para poner en perspectiva su última gran obra: envejecer con dignidad.