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Españoles en la NFL: de los pioneros hermanos Rodríguez al touchdown de JJ Arcega-Whiteside

Cuatro años antes de que un torpedo del submarino alemán U-20 hundiera durante 18 minutos el RSM Lusitania en el sur de la costa irlandesa y ese acontecimiento se convirtiera en el punto de inflexión para la posterior entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, el barco británico había atracado el 3 de noviembre de 1911, en uno de sus 202 viajes transatlánticos realizados, en la isla de Ellis de Nueva York con dos hombres a bordo llegados, tal y como demostró una investigación de Saúl Fernández en el periódico La Nueva España, desde «Astoria».

En realidad, ese «Astoria» apuntado para la posteridad por un funcionario estadounidense de inmigración no era un hotel de lujo en el centro de Manhattan o la ciudad portuaria de Oregón en la que Los Goonies encontraron el tesoro de Willy el Tuerto cuando les perseguían los Fratelli, sino que era Asturias, tierra resguardada entre el mar y las montañas, en el norte de España.

Desde allí, más concretamente desde Miranda, una parroquia del concejo de Avilés, Fabriciano Rodríguez y su hijo Luis Ángel, con 30 dólares en sus bolsillos, huyeron en ese barco, al igual que otras decenas de mineros asturianos más en el inicio del siglo XX cuando la Real Compañía Asturiana de Minas entró en una grave crisis económica, el trabajo escaseaba y el hambre acechaba, hacia Virginia Occidental, el lugar casi en el cielo al que pertenecieron desde entonces, parafraseando aquella preciosa canción de John Denver, mientras extraían bajo su superficie terrestre toneladas de zinc.

Y el lugar también, al norte del estado, justo en el condado de Harrison, entre las localidades de Clarksburg y de Anmoore, en el que la National Football League empezó a mirar por primera vez a España, a tantísimos kilómetros de distancia al otro lado del océano Atlántico.

Jess Rodríguez, el pionero que en el siglo XXI dejó de serlo

El pionero, por supuesto, fue uno de los diez hijos que tuvieron Fabriciano Rodríguez y su esposa Josefa Ávila, concretamente, el sexto de ellos. O, al menos, fue considerado como el pionero hasta el año 1999.

Nacido el 7 de agosto de 1901 en Avilés, Ángel Jesús Rodríguez, Jess en su nueva vida estadounidense, estudió en el instituto Victory y en la Universidad de Salem antes de convertirse, ya en el año 1929, en el primer español en jugar en la NFL.

Corredor y pateador de despeje, Jess Rodríguez, con 170 centímetros de altura y 73 kilogramos de peso, disputó cinco partidos, dos de ellos como titular, en la última temporada de la historia de los Buffalo Bisons, que únicamente ganaron un encuentro de nueve posibles en ese curso antes de desaparecer como club debido a la Gran Depresión causada por el Crack del 29.

Sucedió en la décima temporada de la historia del fútbol profesional estadounidense y, además de ser el primer español, que lo fue, durante muchas décadas se creyó que Jess Rodríguez también había sido el primer hispanoamericano, el primer latino, en jugar en la NFL. Se creyó hasta el año 1999, para ser exactos.

Un año después, en el 2000, sin embargo, Heidi Cadwell se puso en contacto con el Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional para donar el contrato que su abuelo había firmado en 1927 con los Frankford Yellow Jackets, por aquel entonces los campeones de la NFL, que le pagaron 50 dólares a la semana por acudir a los entrenamientos y otros 50 dólares más por cada uno de los nueve partidos, dos de ellos de titular, que disputó. Incluso, en uno de ellos, el domingo 16 de octubre de 1927, el abuelo de Heidi Cadwell anotó un touchdown de carrera de tres yardas en el último cuarto de la contundente victoria de su equipo ante, precisamente, los Buffalo Bisons.

Aquel jugador en cuestión, el abuelo de Heidi Cadwell, fue Ignacio Saturnino Lou Molinet, cubano de nacimiento, hijo de españoles emigrados, un corredor y mariscal de campo de 180 centímetros de altura y 88 kilogramos de peso que había estudiado en la Universidad de Cornell.

Y que, dos años antes del debut de Jess Rodríguez, se convirtió en el primer hispanoamericano, en el primer latino, en jugar en la NFL.

Kelly Rodríguez, el hermano pequeño que pasó a la historia

Ya en 1930, una temporada más tarde que su hermano Jess, Aquiliano Fabriciano Rodríguez, Kelly para los estadounidenses, el octavo hijo de Fabriciano y Josefa, también alcanzó la NFL.

Nacido el 9 de agosto de 1907 en Avilés, Kelly Rodríguez, corredor de 178 centímetros de altura y 82 kilogramos de peso, que también pasó por el instituto Victory y después estudió en la Universidad de West Virginia Wesleyan, disputó en su única campaña en la National Football League quince encuentros, siete de ellos partiendo desde el inicio. Por un lado, dos de esos partidos fueron con los Minneapolis Red Jackets, un club que, acuciado por las deudas hasta llegar a la bancarrota, terminó fusionándose con los omnipresentes Frankford Yellow Jackets, conjunto al que vendieron a diez de sus jugadores.

Entre ellos, a Kelly Rodríguez, quien, ya con la elástica del club de Pensilvania, pasó a la historia el 27 de noviembre de 1930, un jueves día de Acción de Gracias, tras recibir en el tercer cuarto un pase de cinco yardas de Art Pharmer y anotar el único touchdown de los Yellow Jackets en su derrota contra los Green Bay Packers entrenados por Curly Lambeau y que sumarían al final de ese curso el segundo de sus tres títulos consecutivos entre 1929 y 1931.

O lo que es lo mismo: aquel touchdown de Kelly Rodríguez fue el primero de los tres que han conseguido en la historia de la NFL jugadores de origen español.

Más de ochenta años de espera

Pero ni Jess ni Kelly Rodríguez vivieron lo suficiente para ver el siguiente touchdown de un español en la NFL, ya que, dejando a un lado por el camino a Ray Rowe, ala cerrada de origen estadounidense, pero que nació en la base naval de Estados Unidos en Rota (Cádiz) y que disputó seis encuentros entre liga regular y postemporada con los Washington Redskins en 1992 y 1993 después de pasar por la Universidad de San Diego State (y, evidentemente, que se convirtió en el tercer jugador nacido en territorio español que militó en la NFL), no sería hasta el domingo 25 de noviembre de 2018 cuando Alejandro Villanueva, nacido en la estación aeronaval de Meridian, en el estado de Misisipi, pero de padres españoles, recibió un pase de dos yardas de Chris Boswell en una jugada de engaño en un gol de campo de los Pittsburgh Steelers para igualar su partido contra los Denver Broncos antes del descanso.

Esa anotación de Alejandro Villanueva, el jugador español con la trayectoria más destacada en la NFL tras disputar 113 encuentros y ser seleccionado dos veces para la Pro Bowl en sus siete temporadas como liniero ofensivo de los Steelers y de los Baltimore Ravens, precedió el último touchdown hasta la fecha conseguido por un español en la NFL, ya el 1 de diciembre de 2019, cuando JJ Arcega-Whiteside, nacido el 31 de diciembre del año 1996 en Utebo (Zaragoza) e hijo de los exbaloncestistas Joaquín Arcega y Valorie Whiteside, recibió un pase de quince yardas de Carson Wentz para poner por delante momentáneamente a los Philadelphia Eagles en el estadio de los Miami Dolphins.

La sorprendente negativa de Jesús Angoy

También oriundo de tierras zaragozanas, como JJ Arcega-Whiteside, Jesús Angoy, exportero del FC Barcelona y después expateador de los Barcelona Dragons, equipo con el que se proclamó campeón de la World Bowl del año 1997 y anotó 329 puntos en siete temporadas con un 66% de acierto en goles de campo y otro 96% de precisión en patadas de puntos extra, es, por su parte, un español que no jugó nunca en la NFL… por decisión propia.

No en vano, Angoy fue el protagonista de una sorprendente negativa: en el verano de 1999, los Denver Broncos entrenados por Mike Shanahan, campeones de la NFL de forma consecutiva en los dos años anteriores, lo llevaron a su pretemporada en Estados Unidos y le hicieron una oferta para jugar en el fútbol profesional norteamericano, pero el jugador maño decidió rechazarla y regresar a España.

«Llevaba catorce días entrenando y eso me hizo sentir eufórico, salté de alegría, pero empecé a pensar que en Barcelona tenía un trabajo, que era un tema deportivo junto con mi suegro, Johan Cruyff, en Murcia y que lo habíamos proyectado con mucha ilusión y muchas ganas. Además, el fútbol americano era un deporte que me atraía el jugar en Barcelona porque allí estaban mis amistades, tenía mis hábitos normales de familia y de trabajo y no echaba nada de menos. En cambio, en Denver sí que lo echaba todo mucho de menos, especialmente mi familia, los dos niños, que eran aún pequeños», narró el propio Angoy a los periodistas Josep Margalef, Dani Hidalgo y Mariano Tovar en 2014 para un reportaje en el diario As. «Ellos estaban ya convencidos de que me iba a quedar y recuerdo que se iban a Hawái a jugar partidos de pretemporada y tenía incluso el billete. No es broma, pero a mí los aviones me dan mucho miedo y lo paso muy mal en los vuelos desde siempre. Me cuesta mucho volar y fui a preguntar y me dijeron que serían unas 19 horas. Me empezó a entrar una sensación de agobio y de angustia increíble», añadió. Y sentenció: «Muchas veces he pensado si tomé la decisión correcta y me he dicho que fue una lástima no haberme quedado, probar qué podía haber hecho, qué podía haber salido de todo eso y hasta dónde podía haber llegado».

Otro relato inconcluso en Chicago

Pero el de Jesús Angoy no es el único relato inconcluso de los españoles con el fútbol americano profesional, ya que muchos años antes en Chicago, cuando todavía ni siquiera existía la National Football League, otro emigrante asturiano como los hermanos Rodríguez, que también tuvo que huir de España en busca de una vida mejor, destacó al amparo del mítico George Halas.

Se trataba de Alfredo Prendes Muñiz, nacido en el concejo de Carreño en 1895, quien emigró en 1914 hasta la ciudad más importante del estado de Illinois para trabajar en la industria del ferrocarril. Fue allí, precisamente, donde Alfredo Prendes, de 182 centímetros de altura, participó en la liga semiprofesional que Papa Bear auspició justo en los años anteriores al inicio de la NFL e, incluso, llegó a jugar también en encuentros de exhibición por diversas regiones de Estados Unidos y en Cuba.

Ya en 1926, Alfredo Prendes tuvo que regresar a España debido a la enfermedad de su madre, quien fallecería un año después, pero siempre con la idea en su cabeza de volver de nuevo a Chicago. Sin embargo, su intención nunca pudo concretarse y, en 1948, Alfredo Prendes murió en Asturias de un tumor cerebral.

Para entonces, Lou Molinet, Jess y Kelly Rodríguez ya habían puesto el acento español que Prendes no pudo lograr en la NFL, pero todavía faltaba casi medio siglo para que Ray Rowe, Alejandro Villanueva y JJ Arcega-Whiteside alargaran hasta la actualidad una historia de la que Jesús Angoy no quiso formar parte. Y cuyo futuro todavía está por escribir.