El pronunciado declive en las actuaciones y en el nivel generalizado de los quarterbacks es, sin lugar a dudas, la temática principal que han arrojado estas primeras tres semanas de actividad en la NFL.
El dato es contundente. Si tomamos todos los partidos disputados hasta este momento, apenas dos QB´s lograron completar un juego con + de 300 yardas y + de 3 pases de touchdown. Para colmo, uno de los jugadores que superó esta barrera (Joe Burrow, en Monday Night Football ante Washington Commanders) lo hizo en una derrota. El otro, Andy Dalton, lo hizo en su primer partido como titular, reemplazando a Bryce Young en Carolina, que lamentablemente ya va teniendo que hacerse a la idea de que drafteó a un bust.
Más allá de estos dos casos, la realidad es que la situación actual de la posición más influyente del deporte (agrego, por si no quedó claro: de cualquier deporte) no deja de sorprender. Para algunos analistas, lo que está sucediendo con los quarterbacks es para preocuparse. Y entiendo los motivos de su preocupación: a fin de cuentas, la NFL necesita de sus principales figuras para que la liga sea más atractiva.
Está claro que el promedio del fanático (y, creo yo, el promedio de las personas que nos dedicamos a cubrir este hermoso deporte) prefiere ver un partido que termine 37-34 mucho más que sentarse a ver un festival de goles de campo y punts.
Por ahora, no me voy a subir al tren del drama ni voy a pedir que se cambien las reglas (como prohibir la defensa Cover 2, la “fantástica” idea que tuvo Mel Kiper Jr…). La temporada recién está comenzando y considero que esta tendencia que venimos viendo puede cambiar.
Así y todo, reitero, no deja de sorprender que en la supuesta “era del pase”, los QB´s estén teniendo tantas dificultades para mover la pelota. Lejos de pretender tener la respuesta, me parece interesante ponderar lo siguiente. Quizá, después de casi dos décadas de revolución ofensiva, las mejores mentes defensivas han podido estudiar con más detalle los nuevos conceptos de ataque y asimilar mejor los cambios vertiginosos que ha sufrido el deporte para, una vez procesado todo esto, ofrecer esquemas defensivos mejor calibrados para las ofensivas de la actualidad.
En este contexto que describo, no puedo explicarles lo gratificante que fue ver lo que hizo Matthew Stafford contra San Francisco 49ers. Sin Cooper Kupp, sin Puka Nacua, con su equipo 0-2 y enfrentando a la imponente defensa de Fred Warner & Co, Stafford nos regaló una remontada épica y nos demostró que se puede jugar bien en la posición de QB en 2024.
Brevemente tengo que decir que, del otro lado del emparrillado, Brock Purdy lo hizo igual de bien que Stafford. Sin George Kittle, sin CMC, sin Deebo y con un Brandon Aiyuk desmejorado, Purdy hizo todo lo que estuvo a su alcance para que los 49ers se llevaran la victoria.
Pero el día le perteneció al N°9. De todos los atributos que se le pueden otorgar al campeón del Superbowl LVI, me voy a quedar con dos.
El primero es su resiliencia, su negativa rotunda a rendirse ante la situación que se le presentaba. Dos veces en el partido, los Rams estuvieron 14pts debajo en el marcador. La posibilidad de iniciar la temporada 0-3, el equivalente a firmar un certificado de defunción en la NFL, era casi un hecho. Sin embargo, Stafford nunca bajó los brazos. Siempre exprimió al 100% cada posesión que tuvo, ordenando a sus compañeros, alentándolos y empujándolos hacia adelante, incluso luego de haber cometido algún error.
El segundo, su inteligencia, se resume perfectamente con este video:
No me canso de ver como Stafford levanta sus brazos para festejar el TD ni bien le entrega el balón a Kyren Williams. En su mejor imitación de Steph Curry cuando lanza un triple y se da vuelta porque no necesita ver que la pelota entró para SABER que el triple fue bueno, Stafford se acercó a la línea de golpeo, analizó lo que ofrecía la defensa de San Francisco, realizó el audible (cambio de jugada) y, al instante, supo que había dado en el blanco.
Para que no piensen que fue casualidad, en el tercer cuarto Stafford hizo lo mismo. Es decir que dos de los tres touchdowns de los Rams se produjeron en el cerebro de su QB. Un lujo que pocos equipos se pueden dar.
Está claro, como decimos siempre, que en el fútbol americano existen múltiples factores a la hora de analizar por qué un equipo ganó o perdió. Si Jake Moody no erraba su gol de campo. Si Xavier Smith no realizaba esa devolución del despeje rival (en la primera vez que tocaba una pelota en la NFL: qué maravilla). Si x, si x, si x.
Lo cierto es que, en un comienzo de temporada esquiva para los quarterbacks, el domingo Matthew Stafford fue agua en el desierto. Un bálsamo. O, como diría Charly García en su nuevo (y espectacular) disco: un poco de aquella medicina, number nine.