Tras la devastadora noticia de la muerte de Fernando Valenzuela, beisbolista mexicano, leyenda de los Dodgers y emblema sociocultural de la ciudad de Los Ángeles, los Rams y los Chargers se manifestaron públicamente a través de sus canales oficiales:
Siendo consecuentes con el inigualable tono que han logrado imprimirle a su marca a nivel digital, el mensaje de los Chargers fue bastante más emotivo que el de los Rams, poniendo el acento en la importancia que tuvo el legado de Valenzuela como inspiración para las comunidades mexicanas y latinas en Los Ángeles.
Reparo en ello porque es una lección inmejorable sobre cómo un jugador puede transformar dramáticamente la imagen de una franquicia ante su base de fanáticos. Previo a la llegada del lanzador zurdo nacido en una ranchería de Najovoa, al norte de México, los Dodgers guardaban una relación convulsa con los migrantes de origen mexicano, derivado del oscuro episodio de Chavez Ravine, la colina donde hoy se erige el emblemático parque de pelota.
Ahí, ante la indiferencia y las políticas segregacionistas del gobierno californiano, miles de familias mexicoestadounidenses se asentaron durante toda la primera mitad del siglo XX en tres barrios autogestionados conocidos como Bishop, La Loma y Palo Verde. Con la mudanza de los Dodgers de Brooklyn a Los Angeles, Walter O’Malley, entonces dueño de la organización, consiguió que le fueran traspasadas las 300 hectáreas que conformaban la comunidad para construir ahí la nueva sede del equipo. Esto supuso el desalojo violento de toda la gente que vivía en ese páramo aislado.
Lógicamente, tras el establecimiento de la franquicia, los migrantes de origen mexicano buscaron boicotear el impacto de los Dodgers con pancartas y protestas, manteniendo viva la lucha social. La agitación se mantuvo hasta la irrupción de un jovencísimo Fernando Valenzuela como abridor en la temporada de 1981, en la que conquistó, contra todo pronóstico, el premio al Novato del Año y el Cy Young como mejor pitcher de la Liga Nacional.
El hecho de que un mexicano de origen humilde, hijo de campesinos, se convirtiera en la cara de la franquicia provocó una fiebre conocida como la Fernandomanía, que permitió la reconciliación de los mexicoestadounidenses con el equipo. Así que, más allá del hecho de haberse convertido en uno de los brazos más dominantes de su tiempo, la verdadera conquista de Valenzuela fue haber reivindicado y haberle conferido un poco de dignidad a todos esos desplazados con los que compartía raíces.
El éxito actual de los Dodgers con las comunidades latinas no se explica sin Valenzuela, como tampoco se explica que ninguna franquicia de NFL haya logrado consolidarse como el faro reconocible de una ciudad con tanta importancia social y cultural como Los Ángeles. Ni los Rams —que ya tienen un título en sus vitrinas como franquicia local— ni los Chargers han logrado establecer una conexión que les permita construir una identidad sostenible a largo plazo.
Pensando en el casi medio siglo que pasaron los Rams en la ciudad antes de irse y volver, en la ambivalente aventura que protagonizaron los Raiders durante doce agitados años, en el poco eco que ha tenido el éxito del proyecto de Sean McVay y en el magnetismo enmudecido de Justin Herbert como atracción, algo tiene que explicar que Los Ángeles no se haya logrado erigirse como una de las plazas insignia de la NFL contemporánea.