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La obligación de confiar en el proceso en el NFL Fantasy

No consigo describir cuan aguda fue la punzada en el estómago que sentí cuando Dawson Knox, eterno tight-end de los Bills, consiguió el primero y diez tras un pase de Josh Allen que, más bien, pareció una plegaria. No es que apoyara a los Arizona Cardinals -ni siquiera les aposté-, sino que el torzón vino cuando leí que la camiseta del héroe decía Knox y no Kincaid. Me derrumbé sobre el sillón.

Existen dos tipos de personas en el mundo: los que buscan pronto a un tight-end y los que no. Es una posición caprichosa, imprevisible. Otra cuchillada parecida habrá recibido en pleno jueves, con promociones de alitas en todo bar deportivo que se precie de serlo, quien buscó en sus drafts a Mark Andrews. Isaiah Likely, ese parche previsor que ante una ausencia del mencionado Andrews todos nos hemos visto orillados a adquirir, brilló como nunca; estuvo a una uña mal cortada de sumar más de treinta puntos. Les digo: es una posición caprichosa, imprevisible, pero seguimos invirtiéndole. Quien haya ido por Sam LaPorta tuvo que elegirlo en segunda ronda. ¿Querías al histórico Travis Kelce? Había que pagar una tercera. Trey McBride y Dalton Kincaid, promesas con cuerpo de refrigerador, costaban, mínimo, una quinta. Henos ahí: pagando. Aquel que haya invertido poco en el tight-end y esperó por los Brock Bowers y Dallas Goedert que flotaban en últimas rondas, seguramente habrá llegado al lunes con una sonrisa insoportable.

Me voy a sincerar: no pude empezar peor. Cuatro de mis ocho equipos naufragaron: Sterling Cooper, Pepe Aguilar, Las Víctimas de Tony Soprano y Los Chiquis. Todos comparten la característica de estar construidos alrededor de jugadores como Chris Olave, DJ Moore, Drake London o el ya mencionado Dalton Kincaid; solamente el receptor de los Bears llegó a los diez puntos (y ahí se estacionó). Los McCaffreys están cercanos a caer también, pero aún se aferran, a esta hora, a que el todopoderoso running-back de los 49ers -que, evidentemente, le da el nombre al equipo- roce los cincuenta puntos contra los Jets. The E Street Band conseguirá arrancar con victoria la temporada si Brandon Aiyuk y Garret Wilson no suman, entre ambos, veintiséis puntos. Holbein se salvó por los pelos al ser su liga una de modalidad guillotina: el último lugar es eliminado y sus jugadores se convierten en waivers disponibles para todos -sobra decir, por supuesto, que nos salvamos por los pelos-. New York City Cops fue el único equipo que ganó por paliza siendo, como suele suceder siempre, aquel que más dudas había generado al finalizar el draft.

El gran reto, ahora, es no volverse loco y no soltar jugadores bajo la influencia de la sobrerreacción. Me repito una y otra vez, en pleno lunes, caminando por la calle, viajando en el Metrobús, discutiendo a Virginia Woolf en la maestría y haciendo fila en el súper, que hay que confiar en el proceso. Entro a ver el número de snaps y rutas recorridas que tuvo Kincaid y me aferro a pensar que su batacazo fue circunstancial. Le rezo a quien sea -podría ser a Mike Ditka, en este caso- que Caleb Williams no pague novatada y pueda convertir a DJ Moore en una máquina de recepciones. Ya estoy pensando en waivers: veo en JK Dobbins a un clon del mejor Austin Ekeler y en Baker Mayfield a la resurrección del Tom Brady que nos recordó en qué punto del mapa de los Estados Unidos se encontraba Tampa Bay. El Fantasy, sin embargo, tan sabio en tiempos, permite que nos volvamos locos y nos brinda tiempo suficiente para volver a la cordura. Lunes y martes son tiempo suficiente para prometerle amor eterno a un waiver y luego, sin más, recobrar el juicio y arrepentirse. El Fantasy, como digo, tan sabio en tiempos, permite transitar todas las fases del duelo tras una derrota. O cinco. U ocho.

Aguas, eso sí, con el deseo de revancha. He visto a las mejores mentes de mi generación perder los papeles en pleno jueves dispuestos a alinear algún jugador, el que sea, con tal de contar con un aliciente para ver el partido en cuestión. Luego están el domingo lamentándose. Serenidad y paciencia, dirían por ahí; la semana es larga.