Bayron Matos se insinuó como una futura estrella del beisbol en República Dominicana para cumplir el sueño de su madre. Aunque su recta era lo suficientemente intimidante como para pensar que podía hacer carrera como lanzador, a él, en realidad, le obsesionaban tres cosas: el baloncesto, los Tennessee Titans y la posibilidad de migrar a Estados Unidos para convertirse en deportista profesional.
Sus habilidades, talento y un físico portentoso le permitieron irse becado a Nuevo México, para después ganarse un lugar en el programa en la Universidad del Sur de Florida (USF). Como alero de poder, su juego siempre estuvo vinculado al contacto físico y la adrenalina del cuerpo a cuerpo. Cuando se dio cuenta que el baloncesto inhibía su condición de súper atleta y su capacidad de choque, decidió probar suerte en el futbol americano. Entonces tenía 22 años, una edad impropia para alguien que busca explorar por primera vez un deporte que se distingue por su excesiva carga conceptual.
Sus 2.06 metros de altura y 131 kilos de peso le ofrecieron sus primeros snaps como Ala Defensiva y jugador de equipos especiales, hasta que encontró en la posición de Tackle Ofensivo una posibilidad real de probarse en la liga más exigente de mundo a través del International Player Pathway program de la NFL.
En su camino a la NFL, el dominicano tiene dos objetivos paralelos: hacerse de un sitio en un roster profesional y asegurarse de que su madre sea testigo de primera línea de cómo el lanzador de rectas que encontró un país de adopción como jugador de baloncesto se ganó por derecho propio la posibilidad de incursionar en el futbol americano al más alto nivel.