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Neurosis Fantasy a mitad de temporada

Treinta y cinco míseros puntos. Treinta y cinco. El equipo que más me gustaba, aquel que, con suficiencia, tras el draft, pensé como irremediable candidato al bicampeonato en una liga donde aún me deben una chamarra de los Chargers por haber conseguido el título el año pasado, naufragó esta semana con treinta y cinco puntos. ¿Qué hace uno, entonces, sino dudar de sí mismo? En alguna conferencia de prensa en su época con el Barcelona, Pep Guardiola dijo que el único consuelo que sacaba de sus malas decisiones es que los errores siempre iban a ser plenamente suyos; nunca los iba a cometer por consejo o invitación de alguien más. No me sirve de nada pensar en esto cuando recuerdo las tres ligas donde cargo con Christian McCaffrey. Me burlé de alguien que eligió a Saquon Barkley en el top-12. Me reí por lo bajo de quien volvió a confiar en Derrick Henry. Ahora, a estas alturas, casi a media temporada, ya no sé qué hacer cuando al abrir cada uno de mis rosters me encuentro con la sonrisa de un Chris Olave en quien invertí no pocas segundas rondas. Estoy aferrado con uñas y dientes al hype de Jayden Daniels.

Mis ligas -me entenderán aquellos obsesivos que se inscribieron, como yo, en más de cinco- son poco alentadoras. ¿Qué somos sino nuestra neurosis? Cuando uno de mis equipos acumula tres derrotas consecutivas, quizá golpeado aún por la mudanza intempestiva desde San Diego a Los Ángeles que tuvieron mis Chargers, opto por cambiarle el nombre y el escudo. Es una suerte de reinicio. Pepe Aguilar, que había arrancado 3-1, pasó a llamarse Mazatlán, adoptando también el escudo del equipo más gris en la Liga MX. ¿Por qué? No sabría explicarlo. Quizá pienso en el Mazatlán como un equipo del montón, lejano de la urgencia de ganar; quizá quiero quitarle presión a Dalton Kincaid, Brian Thomas Jr., Marvin Harrison y compañía. ¿Qué busco con el nombre? No sé, no lo tengo claro. Sé, sin embargo, que si el equipo vuelve a la senda del triunfo no lo voy a volver a tocar.

La Electric Light Orchestra está al borde de la eliminación -y del cambio de nombre-. Nos vamos a poner 3-5 en una liga donde clasifican solamente cuatro a playoffs. Christian McCaffrey y Rashee Rice me miran desde el apartado de injured reserve. Jordan Mason nunca jaló. DJ Moore explotó solamente cuando lo dejé en la banca. Me aferré a Drake London como lo he hecho a pocas cosas en la vida; sé que no puedo reprocharle no haber sido un superhéroe. Sterling Cooper habita la mitad de su tabla con un mediocre 4-4 (¿ya les dije que mi novia va 7-1?); nunca me he quedado sin playoffs en esa liga, la de amigos, la más importante. Aún puedo ser los Pumas de 2004, las Chivas de 2006, los Buccaneers de 2020: meterme vía repechaje, vía wildcard, e ir eliminando transatlánticos. El Fantasy es caprichoso.

Las Víctimas de Tony Soprano, sólido equipo en liga de dos flex, carga con un aceptable 5-3 que lo tiene en los primeros cuatro lugares. Lo celebro, más que nada, porque es un nombre que me encanta y no me gustaría modificar. The E Street Band subsiste con un 6-2 en una liga sin puntos por recepción: qué cosa extraña. New York City Cops empieza a desmoronarse: íbamos 5-1 y ahora estamos 5-3. Los Chiquis peleó una victoria que lo pone 2-6 abandonando el último lugar de la tabla (ésta, creo, era mi prioridad de la semana). Holbein, por su parte, sigue eludiendo la guillotina confiando -a veces de más- en los puntos de gente como Tucker Kraft, Khalil Shakir y Bucky Irving. Pienso en aquella rola de Caifanes: nunca me caí / nunca me arrastré / seguimos aquí.

Hace dos años, cuando empecé a jugar Fantasy, me escandalizaba que alguien pudiera tener más de un equipo. Pensaba que el objetivo era pasar el año entero sabiendo los touchdowns de quién tenía que festejar. Con ocho equipos, confirmo que es imposible recordar qué jugadores están dónde. Sin embargo, sé que, si anotan DJ Moore, Dalton Kincaid, Drake London o Jayden Daniels, tendré al menos un equipo que sonría. Sé, también, que no voy a celebrar ninguna anotación de Derrick Henry, Kyren Williams o Travis Kelce -y que, dada mi suerte, es bastante probable que cada semana me enfrente, al menos una vez, a alguno de ellos-.

Apenas vamos a la mitad. Antes del domingo tendré que comprar una nueva caja de antiácidos.