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Peters, Quinn y la revolución en Washington

Lo que ha ocurrido en Washington tras la elección de Adam Peters como general general solo se puede abordar como una cosa: revolución.

Si se analiza con profundidad, todo lo que ha desencadenó la elección de Peters —quien empezó su carrera como scout bajo la guía de Scott Pioli en la Nueva Inglaterra de leyenda y luego certificó su prometedor perfil ejecutivo como asistente de John Lynch en San Francisco— ha propuesto un cambio de cultura a nivel organización en una de las franquicias que peores sensaciones competitivas había transmitido durante las últimas dos décadas.

El primer movimiento de Peters, reconocido por sus pares y superiores por ser un extraordinario evaluador de talento, fue traer a Dan Quinn, un competidor fiable al que se le dio menos crédito del que merecía por haber perfeccionado la cover 3 de Gus Bradley en Seattle con la Legión del Boom, haber visualizado en Kyle Shanahan al próximo gran operador ofensivo de su generación en los Falcons y haber permitido que un defensivo como Micah Parsons irrumpiera de la manera en que lo hizo con los Dallas Cowboys.

Este, a su vez, idealizó en un subestimado Kliff Kingsbury —tras el colapso que sufrió el último año con Arizona— a su nuevo Kyle Shanahan. En la presentación de su flamante coordinador ofensivo, Quinn confesó que había quedado muy impresionado con su trabajo tras haberlo enfrentado en NCAA durante sus días de asistente defensivo en Florida, misma época en la que Kingsbury comenzaba a emerger como un dinámico play-caller y gurú de quarterbacks como Patrick Mahomes y Baker Mayfield. “Opté por Kingsbury por las mismas razones que opté por Kyle (Shanahan) años atrás”, explicó Quinn en aquella rueda de prensa, al tiempo que añadió que “como entrenador, vas apuntando algunos nombres en caso de que puedas coincidir con ellos en un futuro, y cuando tienes la posibilidad de hacerlo, todo es más fácil”.

Con Kingsbury a bordo, la elección del eléctrico Jayden Daniels en la primera ronda planteaba más certezas que dudas para Washington. De pronto el camino comenzaba a pavimentarse para la franquicia. El volantazo competitivo era inminente. Y entonces sucedió lo que tenía que suceder: los Commanders comenzaron a ganar y, mejor aún, a competir. Lógicamente, Daniels, destinado a abanderar el proyecto a largo plazo, se erigió como el nombre propio de un equipo en plena ebullición.

Hace apenas unos días, el mismo Kingsbury se encargó de desgranar la impresionante temporada de novato de Daniels más allá de los números, expresándose en términos que solo se puede expresar alguien que ha visto algo realmente especial: “Tiene una gran confianza en sí mismo y una gran capacidad para realmente concentrarse en lo que pide el juego. No deja que muchas cosas lo afecten. Ejecuta y de pronto ya está pensando en la siguiente jugada. Se prepara durante la semana y se concentra en eso. Procesa todo rápido y mira hacia adelante. Para un joven, ser capaz de manejar eso con todo lo que está sucediendo a su alrededor, es realmente impresionante”.

En su día, cuando Ben Johnson y Mike Macdonald quedaron fuera del radar de los Commanders en la posición de entrenador en jefe, la prensa en Washington se volcó en críticas contra la nueva administración. La posterior elección de Dan Quinn se volvió tremendamente impopular, considerando que el nuevo fetiche en la NFL eran los genios precoces. Al final Peters justificó la decisión con un argumento esclarecedor: el proyecto no solo necesitaba a una mente privilegiada en el costado ofensivo o defensivo, sino a un verdadero líder capaz de inspirar a un equipo que venia de los lugares más oscuros.

Con la manera en que Adam Peters ha manejado el negocio y la química genuina que ha desarrollado con el veterano Dan Quinn, uno no puede dejar de reflexionar que muchas franquicias en horas bajas están a tan solo una buena decisión de cambiar su suerte.