No parece ser un sentimiento común en la ciudad del acero, pero los Pittsburgh Steelers atraviesan uno de los peores momentos ofensivos del siglo en la franquicia. Mirar a su ataque en campo es, estadística y visualmente hablando, una seguridad de que se vendrá un despeje. Y es un fenómeno que ya lleva un par de años.
Que no se me malinterprete en mis palabras de aquí en más. La ida de Canada era algo necesario para comenzar un largo proceso de limpieza dentro del staff y del plantel, pero no deja de ser solo eso: el primer ladrillo de una casa que debe ser construida a base de despidos y gente perdiendo su trabajo, en el caso de que Pittsburgh quiera reconstruir una cultura que atraviesa una crisis casi sin precedentes en su historia moderna.
Matt Canada es solo el principio del cambio
Tras estar a cargo de una ofensiva que estuvo cerca de dos temporadas sin lograr pasar la vara de las 400 yardas, Matt Canada perdió justificadamente su puesto como coordinador ofensivo, lo cual generó alivio, no solo entre los fanáticos acereros, quienes han subido su, como diría el mismísimo Mike Tomlin, estándar, gracias a dos décadas de campañas victoriosas y contados triunfos en Playoffs, con dos anillos en su mano para alardear, sino también en la misma interna del plantel, donde ya los mismos jugadores de la unidad apuntaban con el dedo culposo a su arquitecto.
Pero esto es solo el comienzo de una renovación de nombres que debería continuar. Eddie Faulkner, en su puñado de partidos a la ofensiva, no parece ser tampoco la respuesta, aunque tendrá el final de campaña para redimirse. Y más allá del coordinador, la herida parece ser mucho más profunda de lo que parece.
Cambio de OC… y de mariscal
Varios reportes indican que, más allá de que la lesión en el tobillo obliga a los Steelers a iniciar a Mitchell Trubisky por sobre Kenny Pickett, el puesto de KP ya estaba en tela de juicio por parte del staff de Pittsburgh, quienes, al igual que todos nosotros desde las gradas o en el sillón de nuestras casas, hemos visto como el producto interno que significó seleccionar a Pickett con una selección de primera ronda ha fracasado rotundamente.
¿Es culpa del talento de Pickett? ¿O los Steelers simplemente lo pusieron entre la espada y la pared? Parece ser un poco de ambas, teniendo en cuenta que el sistema es deficiente, pero hemos visto como semana a semana el joven mariscal era incapaz de hacer jugadas para mover las cadenas. Incluso, cuando se ve que el QB no puede naturalmente hacer jugadas grandes, se busca que se convierta en game-manager para las ofensivas, alguien que no te pierda el juego y que sepa aprovechar la disponibilidad de armas. No, el juego de trinchera ofensiva de los Steelers no permitió eso, pero Pickett claramente no se hizo ningún favor con la manera en que ha actuado dentro del campo para los de la ciudad del acero.
La solución a un problema de mariscal es muy compleja, pero independientemente del approach que quieran tomar los Steelers la siguiente temporada (quedarse con Pickett, firmar un agente libre o apuntar al Draft), la OL debe mejorarse. Cualquier cambio que quiera hacer Pittsburgh en su versión 2024 requiere de darle más tiempo a caras nuevas dentro del campo de juego al frente de la ofensiva y nadie, exceptuando Broderick Jones, una selección de primera ronda que comienza a afianzarse, debería tener asegurado tiempo de juego.
¿Es también un cambio de era en los Steelers?
Tal vez sea muy pronto. Tal vez una clasificación a los Playoffs cambie completamente este parecer. Tal vez realmente están a un par de piezas de ser un equipo que pelee por un campeonato. Pero es momento de hablar del elefante en la habitación: Mike Tomlin, a pesar de ser una de las personas deportivas ligadas a la ciudad de Pittsburgh más respetadas que se pueda encontrar -y eso es mucho decir-, podría tener los días contados al mando de los Steelers.
La incapacidad de, a pesar de tener buenos planteles en su haber, sistemáticamente fallar en la postemporada (o directamente faltar a la misma) por más de una década debe de hacer alguna mella en los Rooney, que más allá de que lo adoran (y no se descubre una nueva civilización en decirlo), los resultados es eventualmente lo que manda, y en una liga como la NFL, el no deseo de la misma dura muy poco.