Cumplido el primer mes en la NFL, no son muchas las certezas que nos ofrece la liga y si un buen puñado de incógnitas y la competición más abierta que podríamos esperar. Solo quedan dos equipos invictos, Philadelphia y San Francisco, pero la plétora de aspirantes es inmensa y algún que otro equipo está dejando unas sensaciones inmejorables, mientras varios de los favoritos navegan por un mar de dudas. Vamos a tratar de poner un poco de orden a todo esto deteniéndonos en alguno de los casos más destacados, para bien y para mal.
Esta es la mejor versión de los Buffalo Bills
En la era Josh Allen nunca nos habíamos encontrado con unos Bills tan completos, tan seguros, pero sobre todo tan conscientes del camino que deben seguir para alcanzar el éxito. Dejamos atrás la versión a tumba abierta para comprobar que ha sido sustituida por otra mucho más sensata, controlada y eficiente. Bajo esta premisa y ante una de las mayores potencias de la NFL, los Miami Dolphins, nos encontramos probablemente al mejor Josh Allen que hemos visto nunca.
Cuando tienes unos dones como los que atesora el QB de los Bills puedes caer en la tentación de hacer de cada snap un highlight, un big play, una jugada decisiva que recordar y que celebrar. Buffalo y el propio Allen han pecado de eso durante mucho tiempo. Los Bills están en ventana de oportunidad de Super Bowl, eso es algo obvio por su colectivo y por su Quarterback diferencial, pero les faltaba un punto de calma y de control. Esta temporada su voluntad era corregir ese exceso y en lugar de abusar, la intención es usar esa capacidad explosiva de Allen en su justa medida. No usarlo como norma o por necesidad, si no en el momento adecuado y cuando más daño puede hacer.
Salvo en el partido inicial ante los Jets, donde el propio Allen cayó en viejos vicios, los Bills han conseguido implantar una nueva idea de juego que está sacando lo mejor del ataque como colectivo, pero también lo mejor de su QB. Introduciendo el recurso del juego bajo center, formaciones más pesadas, un personal distinto al perenne once instaurando en los últimos años, los Bills están corriendo más en downs tempranos y corriendo de una manera más clásica, sacando a Allen de la ecuación y usando las antes abundantes carreras diseñadas para su QB, ahora de manera puntual y muy eficaz –frente a los Dolphins, solo una que resultó en un TD del propio Allen–. Los primeros y segundos downs tienen otro aspecto, sustituyendo la voluntad de ser verticales y explosivos, por una nueva devoción por la eficacia de las carreras y el juego de pase underneath donde Dalton Kincaid está ganando un papel como recurso de seguridad y Stephon Diggs está brillando como nunca gracias a su excelente capacidad de correr rutas.
Frente a los Dolphins, el guión se repetía una y otra vez, carrera, pase corto y la incapacidad de la defensa de Miami para cerrar placajes hacía el resto para que los drives de Buffalo fueran sostenidos. Y sobre esta base, de tanto en cuanto, una puñada en forma de jugada explosiva. Bajo esta fórmula la unidad defensiva dirigida por Vic Fangio se mostró absolutamente inerme y sus carencias quedaron muy expuestas. El hecho de estar en zona permitió a Ken Dorsey mover a Stephon Diggs lejos de Xavien Howard y emparejarlo con un Cader Kohou al que el WR estrella de los Bills sacó los colores una y otra vez. Y bajo este esquema, Josh Allen tomó un aspecto de superestrella que realmente debe asustar a toda la NFL, porque no ha perdido un ápice de sus capacidades pero demuestra tenerlas mucho más controladas y ordenadas. Esta es sin duda la mejor versión de estos Bills que hemos visto nunca.
Pero además, la prueba llegaba para la defensa. Con el ataque de moda enfrente, el equipo que había sido capaz de anotar 70 puntos la semana anterior y el relato durante toda la semana de que nadie tenía respuestas para la propuesta ofensiva de McDaniel porque este siempre encontraba el punto débil en las defensas rivales. A la de los Bills no se lo encontró. Y con una premisa muy clara, Buffalo logró paliar el poderío ofensivo dolphin: No permitir el juego de pase por el interior y no permitir el juego de carrera por el exterior. Decirlo es muy sencillo, ejecutarlo está al alcance de muy pocos. Primero, porque no muchos equipos de la NFL tienen la pareja de Linebackers con la que cuentan los Bills. El despliegue de Matt Milano y la sorprendente aparición esta temporada de Terrel Bernard están ofreciendo un equilibrio desde el centro de la defensa que toda la unidad agradece. Ante los Dolphins fueron el metrónomo que marcó el tempo, eliminando el daño que las rutas cruzadas de los Dolphins infringe cada semana y sacando de ritmo a Tua cada vez que encontraba su recurso favorito.
En cuanto al front defensivo de los Bills, llama la atención la presión que lograr meter a Tua una vez Terron Armstead salió del partido, pero hay que poner en valor su capacidad de fijar el Edge para evitar la sangría por el exterior que Miami es capaz de hacer con su juego terrestre.
Tengo la sensación de que esta victoria de los Bills es una declaración de intenciones en cuanto al qué pero mucho más en cuanto al cómo. Más le vale al resto de favoritos tomar nota porque estos Buffalo Bills van a ser un problema este año.
La suficiencia de los San Francisco 49ers
En ese primer peldaño de la NFL, si a sensaciones únicamente nos referimos –Philadelphia por supuesto está ahí arriba pero todavía no ha acabado de encontrarse todo lo cómoda que le gustaría–, solo podemos poner a los 49ers. Empieza a resultar evidente que este equipo juega ya de memoria, en velocidad crucero, tienen bien interiorizado el sistema y lo ejecutan sin estridencias, como una orquesta filarmónica acostumbrada a salir de gira y a no fallar ni una nota en ningún concierto sin esfuerzo alguno, por pura rutina. Con Brock Purdy llevando la batuta, el salto respecto a cuando Jimmy Garoppolo era el director de orquesta es evidente. Se ha abierto el abanico de recursos ofensivos y el más beneficiado es un Brandon Aiyuk que está jugando el mejor fútbol americano de su carrera y que ha tomado un aspecto de WR1 imponente. Es permite utilizar a Deebo Samuel de una manera más creativa y más amplia y por último, aunque realmente es lo más importante, ha puesto a Christian McCaffrey en el centro del estrellato más absoluto. La versión CMC que estamos observando en el comienzo de temporada es la más exuberante e imparable que hemos visto nunca, si alguien tenía dudas de su capacidad como corredor clásico, asumiendo carga de trabajo desde el backfield y corriendo en tackles, imagino que la exhibición que semana tras semana da el RB de los niners las habrá despejado todas, eso sin perder su capacidad de generar de otras muchas maneras. Mientras, Kittle y Juszczyk brillan en el trabajo sucio, siempre preparados para todo lo que se les pida.
La defensa sigue cumpliendo como en ella es habitual y San Francisco se presenta como uno de los grandes equipos de la NFL de esta temporada a la espera de citas más exigentes donde demostrarlo –citas que por cierto están a la vuelta de la esquina–.
Ser seguro ya no es suficiente, sobre todo si dejas de serlo
La mayor virtud que avalaba a dos QBs como Mac Jones y Demond Ridder era su capacidad de cuidar el balón y ser seguros. Ambos, protegidos por un sistema donde la carrera toma más protagonismo que el pase, apenas eran exigidos más allá de no cometer errores, ser disciplinados y poner el balón donde se les pedía y cuando se les pedía. En ambos casos, esto empieza a no ser suficiente. Ridder está empezando a señalarse a sí mismo como el gran problema de la ofensiva de los Falcons, donde Bijan Robinson está dejando a todo el mundo boquiabierto pero que como colectivo se empiezan a poner de relieve las carencias y todas ellas apuntan en la misma dirección. El ataque de Arthur Smith pretende marcar el paso por tierra pero necesita de un QB que cuando tenga que acertar, acierte. Y no es que se le ponga en situaciones muy comprometidas, más bien al contrario, ya pasaba en los Titans, cuando Smith sacó la mejor versión de Ryan Tannehill y sucede lo mismo ahora en Atlanta. Con diferencia de que Ridder no está siendo capaz de dar ese valor añadido. Armas como Drake London y Kyle Pitts están siendo flagrantemente desaprovechadas y si Ridder no es capaz de poner a funcionar mínimamente ese juego aéreo, los acontecimientos se le van a echar encima muy rápido. O mucho cambian las cosas y difícilmente podrá ser el QB de futuro para los Falcons. Y eso va más allá de las intercepciones que cometió en Londres frente a los Jaguars.
El discurso con Mac Jones es similar, si por algo destaca el QB de los Patriots es por su precisión pasando, es por ser aseado y capaz de poner el balón donde debe. Si ni eso es capaz, su tiempo como titular en la NFL se puede acabar. Al contrario que la inmensa mayoría de los quarterbacks de nueva generación, Jones no es capaz de generar con sus piernas, ni de crear fuera del pocket, su fortaleza es la seguridad dentro del pocket y esa virtud está temblando últimamente, de hecho en Dallas el descalabro fue llamativo, tanto que Belichick lo tuvo que mandar a la banda y poner a Zappe en su lugar.
Cuando se es seguro… y mucho más
Seguridad absoluta es la que está ofreciendo CJ Stroud. Primer jugador en la historia de la NFL que pasa de las 1.200 yardas de pase sin cometer ni una sola intercepción en sus primeros cuatro partidos en la liga. Desde 1970 solo un jugador había pasado de 1.000 sin INTs en sus primeros cuatro partidos, Dak Prescott, ahora Strout supera esa marca y no solo demuestra que es un QB confiable, sino que desde el principio de su carrera está tomando aspecto de comandante sobre el terreno de juego.
Stroud está ofreciendo un valor añadido a un ofensiva de Texans que llevaba ya años huérfana de un QB capaz de generar algo más por sí mismo de lo que le ofrecía el sistema. El jugador salido de Ohio State se muestra comodísimo en el esquema heredado del árbol Shanahan que implementa –con mucho acierto– Bobby Slowik y está generando una química fantástica con sus receptores, especialmente con Nico Collins, que se ha destacado por encima del resto.
En una división donde los cuatro equipos están 2-2, los Texans están rindiendo por encima de lo que se podía esperar, pero lo verdaderamente importante es que hacía mucho tiempo que no veíamos a franquicia de Houston con un rumbo claro y en la dirección correcta. En eso tiene mucho que ver, y es muy importante, tener un QB sobre el que crecer y sobre el que apoyar su propuesta ofensiva. Stroud parece sin duda el adecuado.