A nadie escapa que México es el segundo mercado más importante de la NFL después de Estados Unidos. Sabemos de sobra, por los datos que ofrece la NFL México que en este país 48 millones de personas, de una población total de 130 millones, son aficionadas del futbol americano profesional y que de ellos alrededor de una tercera parte son fanáticos de hueso colorado. Las cifras nos hacen levantar las cejas si agregamos el dato de que 5 de cada 10 aficionados de la NFL en territorio azteca son mujeres. Sorprendente lo que el amor por un deporte puede generar.
Estamos prácticamente a dos semanas de que la NFL vuelva a México. Recordemos que como consecuencia de la pandemia los partidos programados para 2021 y 2020 fueron cancelados. Lo mismo ocurrió en 2018 cuando, debido a las malas condiciones del césped del estadio Azteca, la Liga decidió que no se jugaría el duelo entre los Kansas City Chiefs y Los Angeles Rams. Así, muchos perdieron la oportunidad de ver a Patrick Mahomes, Kareem Hunt, Tyreek Hill y Travis Kelce por los Chiefs y a Jared Goff, Todd Gurley, Brandin Cooks y Marcus Peters por los Rams.
Pongamos como pretexto el partido del próximo lunes 21 de noviembre entre los San Francisco 49's y los Arizona Cardinals para recordar la presencia de la NFL en México, ya sea con juegos de pretemporada o de temporada regular. Los aficionados old fashion y que traen esas tres letras tatuadas en el corazón recordarán aquel 1978 cuando el hoy estadio Azul fue la sede del primer juego de la NFL en la Ciudad de México.
Para empezar el estadio todavía no recibía el nombre de Azul. Se llamaba Olímpico de la Ciudad de los Deportes, una colonia ubicada en la alcadía Benito Juárez, donde también se encuentra la Plaza de Toros México. Imaginemos esa época: era el sexenio del presidente José López Portillo y aún no había devaluación en México. En la NFL, los reyes eran los Dallas Cowboys de Tom Landry, los Miami Dolphins de Don Shula, los Pittsburgh Steelers de Chuck Noll, los Raiders de John Madden y, por favor, no olvidemos a los Minnesota Vikings, con todo y sus cuatro derrotas en el Super Bowl. No me digan que no salivaron. ¡Dios! Es que la NFL era un fenómeno, era adictiva, era un deporte al que nadie podía sustraerse.
Y de pronto el anuncio: un juego de la NFL en territorio mexicano, en la Ciudad de México. De acuerdo, no eran los equipos que reinaban, pero un New Orleans Saints enfrentando a los Philadelphia Eagles no sonaba mal para el fanático nacional. Bueno, para los equipos sí fue todo un reto, significaba jugar en condiciones precarias, totalmente desconocidas para jugadores que nunca habían cruzado la frontera.
Era el 5 de agosto de 1978. Unos 30 mil espectadores en ese estadio que hasta hace unos cuatro años fue amenazado con convertirse en el un centro comercial. Fue un partido de pretemporada en el que la logística falló. A los jugadores no les gustó ni el terreno de juego ni su estadía en un país de tercer mundo. Pero lo importante fue ese primer contacto entre un país y una Liga que no era el monstruo económico que es hoy.
Fue uno de los peores fines de semana que he tenido en mi vida. Pueden notarlo, no es una ciudad bonita. Todo lo que puede verse son barrios pobres, algunos de los peores barrios pobres que he podido ver. Llegamos al estadio y tuvimos que caminar cerca de 100 yardas a través de un túnel muy oscuro y viejo. En el camino miramos hacia abajo y estaban todos los toros de la Plaza a un costado. Pueden imaginar cómo es que olía. Saltamos al peor campo en el que he jugado en mi vida. En los costados había rocas y grava, era como un pastizal para vacas. En una zona de anotación había un montículo dos pies más alto del resto y los postes de anotación estaban desviados Ron Jaworski, QB de los Eagles en el libro "The NFL in the 1970s".
Si hablamos del tema económico tampoco es que la NFL se fue con las manos llenas de dinero. Para todos quienes viajaron a México fue una pesadilla, pero para quienes vieron por primera vez en vivo a esos jugadores enfundados en sus uniformes verdes con plata y dorados con negro fue el inicio de un idilio de amor, quizá no con las Eagles ni con los Saints, pero sí con una Liga élite de un deporte que de por sí en México ya tenía un romance con el azul y oro de los Pumas y el blanco y guinda de los Burros del Politécnico.
Fue un fracaso económico, de todo tipo, el gobierno mexicano entregó al equipo (Saints) sólo la mitad de la cifra acordada, e incluso retrasaron el pago por más de un año. Wayne Mack, periodista, en el libro The Saga of the Saints.
A más de 40 años de distancia de aquel juego en el que los Eagles de Jaworski cayeron ante los Saints por 14-7, tenemos a los aficionados mexicanos vueltos locos por estar presentes en el estadio Azteca cada año para ver futbol americano de calidad y en vivo y a todo color a esas estrellas que conocen sólo a través de la televisión. Porque la NFL, en 1997, nos trajo un duelo de leyendas entre los Dolphins de Dan Marino y los Denver Broncos de John Elway, a los Steleers de Jerome Bettis y Plaxico Burress, en 2000, igual que a los Indianapolis Colts de Peyton Manning, Edgerrin James y Marvin Harrison; a los Raiders de Jerry Rice, Tim Brown y Rich Ganon y a los Cowboys de Emmitt Smith y Larry Allen, en 2001.
Quizá México comenzó con el pie izquierdo con la NFL, incluso con aquella promesa de un primer juego en 1968. A más de medio siglo de ese primer partido frustrado, la mejor Liga de futbol americano del mundo es una realidad en nuestro país. No es necesario viajar a Estados Unidos, la NFL llegó a nuestro país para quedarse. Aquí hay legiones de fieles leales que los esperan con ansias cada año.