No existía el mensaje de texto. Tampoco Google, Amazon, Netflix, MySpace o Facebook. 'Meta' para los últimos en llegar. Ni al Madden se podía jugar ya que ni Xbox ni PlayStation habían visto la luz. Como el iPod aún no se había inventado, por aquel entonces, el número uno en la radio comenzó siendo Black or White y acabó el año con I Will Always Love You de Whitney Houston. Esa canción con la que los padres de Jared Goff, Amon-Ra St. Brown, o Jahmyr Gibbs pensaron en que en un futuro no muy lejano, estos deberían nacer.
Mientras tanto, un joven Dan Campbell estaba en el instituto. Probablemente no le prestase mucha atención a los libros. Todo su ímpetu estaba en el ovoide. Sin saberlo, el destino le aguardaría ser el protagonista para que 32 años después, los Detroit Lions vuelvan a estar a las puertas del Gran Baile, ese al que nunca han asistido.
Nacido en Morgan -Clifton, Texas-, un pueblo tan pequeño donde no habían semáforos y apenas eran diez niños en la escuela, se trasladó a Glen Rose para hacer el High School y desarrollar su pasión. Jugaba como tailback y tight end, pero sería esta última la posición por la que se decantaría. Tras su paso por el College en Texas A&M, fue elegido por los New York Giants en el pick 79 de la 3ª ronda del Draft de 1999. No encajó en la Gran Manzana y pasó por Cowboys, Lions y por último los New Orleans. Con los Saints saboreó la gloria de la manera más amarga posible. Una rotura de ligamento cruzado a principio de temporada lo privó de tener su anillo como campeón de la NFL.
Esa lesión fue el final como el jugador y el inicio de su vida como entrenador. No tardó ni un año en descubrir su pasión. En 2010, los Dolphins le ofrecieron el puesto de técnico interino a las órdenes de Tony Sparano -con quien coincidió en Dallas-. De ahí a entrenador de tight ends hasta que, en 2015, Joe Philbin -head coach de Miami por aquel entonces- fue despedido por su mal inicio. Campbell tomó las riendas hasta final de temporada. 5 victorias y 7 derrotas pusieron su nombre en el radar. Se iba gestando un líder nato, de esos que marcan época en un vestuario.
Tras varios años curtiéndose a las órdenes de Sean Payton en los Saints, llegó su gran momento en el equipo donde -casualmente- mejor rendimiento tuvo como jugador, los Detroit Lions. Una franquicia virgen del éxito y torturada por el fracaso. El 20 de enero de 2021, Campbell dejó una presentación de esas que pasan al recuerdo de este deporte: "Nos van a derribar y, al levantarnos, vamos a arrancar una rótula de un mordisco. En poco tiempo vamos a ser los últimos en pie". Haciendo amigos.
Ahora es cuando sigues leyendo y crees que su equipo comenzó a contar sus partidos por victorias. Pues todo lo contrario. Imagínate si los derribaron que hasta la semana 13 de competición y tras mucho sufrimiento y alguna que otra lágrima no consiguieron ganar. Ante los Minnesota Vikings, Jared Goff orquestó un último ataque que acabaría en touchdown y a la postre, en un abrazo con su entrenador que marcaría el camino, el de la unión. La primera campaña de Dan Campbell finalizó con un historial de 3 victorias, 13 derrotas y 1 empate, algo que no le importó. Su proyecto se cimentaba bajo las directrices de la paciencia y la fe, muchísima fe. Llegaron grandes piezas desde el Draft. Jóvenes con hambre de hacerse un nombre en la NFL y por qué no, de arrancar alguna que otra rótula.
Pese a que la temporada de 2022 no comenzó de la mejor manera -una victoria y seis derrotas-, la metodología no cambió y el discurso menos aún. Campbell seguía sudando su camiseta haciendo burpees con la plantilla y dejándose la garganta cada fin de semana. Los brotes verdes comenzaron a llegar y de manera muy característica. Toda la intensidad que salía desde el banquillo se reflejaba en en el campo en cada tackle o en sus ya famosos 4th downs.
Ese equipo perdedor acabó el año ganando ocho de sus diez últimos partidos y dejando sin Playoffs a los Green Bay Packers de Rodgers en el mítico Lambeau Field. Casi nada. En 2023, estos Lions se proclamaron campeones de su división con récord de victorias y la ciudad vio por fin ganar a su equipo en postemporada, algo que no ocurría en treinta años. El sueño de ser “el último en pie” está a pocos pasos.
Todo ello gracias a un tío que al igual que la vida, la historia también se la quiere comer a mordiscos.