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Dan Campbell y el orgullo herido de Detroit

Cuando Emiliano Brancciari dice en "Tan lejos", una de las mejores canciones de la banda uruguaya No te va gustar, "adentro llueve y parece que nunca va a parar / y va a parar", bien pudo estar pensando en los fanáticos de los Lions, quienes parecían estar condenados no solo a lidiar con la depresión industrial de una ciudad que experimentó como ninguna otra las bondades y las crueldades del capitalismo, también con el hecho de cargar eternamente con un equipo de tradición perdedora.

Del 2001 al 2021, previo a la llegada del volcánico Dan Campbell, Detroit apenas tuvo cuatro temporadas ganadoras en dos décadas, con tres apariciones en playoffs e igual número de derrotas en la ronda de Wild Card, bajo las órdenes de Jim Schwartz y Jim Caldwell. Hoy, después de haberse plantado en una final de conferencia con amplias posibilidades de derrotar a los favoritos San Francisco 49ers, los Lions han dejado de ser un equipo exclusivamente divertido —como el año pasado— para confirmarse como una fuerza dominante en la Conferencia Nacional. El triunfo ante los Titans del pasado domingo ya no es de un proyecto emergente, es de un candidato que ha alcanzado la madurez.

Todo esto se ha gestado a partir de la energía y agresividad de Campbell, el acierto rotundo en la conformación de su staff —Ben Johnson será la pieza más codiciada del carrusel de entrenadores del año próximo— y una filosofía belichickiana de "futbol americano complementario", que refiere a la idea de que las tres unidades del equipo (ofensiva, defensiva y equipos especiales) operen en sintonía y sean conscientes de que cada una de sus acciones desencadena áreas de oportunidad para el resto y repercuten dramáticamente en el guion de partido.

Detroit Lions head coach Dan Campbell and linebacker Alex Anzalone (34) jog off the field after the first half of an NFL football game against the Minnesota Vikings on Sunday, Oct. 20, 2024, in Minneapolis. (AP Photo/Bruce Kluckhohn)

"Fue una gran victoria de equipo. Una vez más demostramos saber cómo complementarnos. Cuando las tres unidades funcionan, estamos en el mejor camino posible", dijo Campbell tras el partido ante los Titans.

Lo cierto es que el romance entre Campbell y Detroit, una ciudad que se declaró oficialmente en bancarrota por ahí de 2013 después de la ensoñación que la catapultó como el paraíso de la industria automovilística durante el siglo XX, se vio seriamente amenazado por un incidente bochornoso derivado de la descorazonadora derrota ante los 49ers el año pasado. Resulta que Campbell tuvo que poner en venta la casa en la que vivía junto a su esposa, Holly, en un suburbio del norte de Detroit —construida originalmente por la leyenda de los Red Wings de hockey, Igor Larionov—, tras recibir amenazas y bromas subidas de tono por parte de algunos fanáticos de la franquicia.

Cuando lo cuestionaron al respecto, Campbell dijo que, pese al incidente, no se le ocurría ningún otro lugar mejor para vivir, ningún otro equipo mejor al que dirigir y ninguna otra afición mejor a la que representar, mostrando una gran categoría en su respuesta. Esto sin dejar de ser consciente que ser entrenador de los Lions en una ciudad como Detroit requiere de unos atributos distintos a ser entrenador de cualquier otro equipo en cualquier otra ciudad.

En la era de los genios precoces y el sobreanálisis, sigue siendo importante que un entrenador tenga la sensibilidad para empatizar con el entorno social de su franquicia. Un head coach, por vanguardista que sea su playbook, no puede abstraerse de su contexto en vías de montar una verdadera revolución. El equipo de una ciudad blue collar —para muestra la película de Paul Schrader— no se entrena igual que el equipo de una ciudad cosmopolita y progresista.

En ese sentido, la mejor noticia para los Detroit Lions no fue haber abandonado la penumbra y la fatalidad, sino haber encontrado un líder que potenciara el rendimiento de sus jugadores, los dotara de una personalidad competitiva y se vinculara genuinamente con el tipo de lugar al que representa: una ciudad de clase trabajadora con el orgullo herido.