En las competencias de deporte por equipos, el máximo galardón es el de ser reconocido como una "dinastía".
Cada temporada culmina con su respectivo campeón, que por supuesto queda inscripto para siempre en la historia y no debe ser menospreciado.
Otra categoría es la denominada "equipo de culto", el cual no se trata necesariamente de un equipo campeón. Los mismos se distinguen de la realidad en la que conviven, generando algún tipo de revolución que marca un antes y un después en su disciplina.
El concepto de "dinastía", al menos dentro del submundo del periodismo deportivo, se genera cuando se reúnen ambas características. Puesto de una forma más sencilla: cuando un equipo que rompe con el molde gana, y gana, y gana, y no deja de ganar... estamos en presencia de una dinastía.
Si salimos del deporte, el origen etimológico del término "dinastía" se radica en los imperios de Oriente, principalmente Japón y China. Por desgracia (es decir, por suerte), el que escribe esta columna nació en Argentina y fue criado a base de FRIENDS, cereales Lucky Charms, NBA y, como máxima expresión de cultura Occidental y Americana, NFL.
Al no disponer de las facultades para contarles sobre las dinastías Qin, Tang o Ming, busqué y encontré lo que más se asemeja en este lado del mundo: la monarquía.
"The King is dead, long live the king", "Le roi est mort, vive le roi" o, traducido a nuestro idioma con el titulo de esta columna, es una expresión que se popularizó para referirse al momento de transición entre un monarca y su sucesor.
Hubo un equipo que dominó el partido desde la primera jugada hasta la última. Ese equipo tuvo un entrenador principal que planificó el inicio del juego de manera perfecta y que tomó todas las decisiones correctas en el transcurso de los 60 minutos. También contó con una defensa (con su respectivo coordinador que merece ser nombrado: el enorme Steve Spagnuolo) que se dobló pero nunca se rompió y que apareció en los momentos clave.
Al mismo tiempo se destacó un ala cerrada, a esta altura considerado uno de los dos mejores jugadores de la historia en su posición. A sus 34 años, supuestamente en el ocaso de su carrera y con la presión extra de estar en pareja con la estrella pop más famosa del planeta (una de las escasas diferencias entre pasado y presente), este jugador dio una muestra más de su grandeza, atrapando 11 pases (la misma cantidad que le lanzaron) para más de 100 yardas y 1 touchdown.
Por último, y desde luego que no por eso menos importante, este equipo fue liderado por un quarterback legendario. Un deportista que, con apenas siete temporadas como profesional (y seis como titular), ya tiene su lugar en la mesa de los atletas más grandes de la historia. Un jugador que está construyendo una carrera únicamente comparable con la del GOAT absoluto del deporte por equipo: Lionel Andrés Messi.
Todos vimos lo mismo, pero en lugar del uniforme azul y blanco, los colores eran rojo y blanco. En vez de Bill Belichick, era Andy Reid. No era Rob Gronkowski, sino Travis Kelce. Y tampoco estaba en cancha Tom Brady, sino que la leyenda viva era la de Patrick Mahomes.
Si bien los reyes mueren y las dinastías cambian de nombre, eso no significa que se borren de la memoria. Louis XIV falleció hace 309 años y todavía perdura. Creo que la frase "el rey ha muerto, ¡que viva el rey!" justamente hace referencia a esto. Por lo tanto, pido que los bostonianos no se tomen a mal la siguiente frase, a modo de cierre:
Los Patriots han muerto, ¡que vivan los Chiefs! Tom Brady ha muerto, ¡que viva Mahomes!
Hasta la próxima.