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Eric Bieniemy lo entendió todo 

Cada temporada, por los últimos cinco años, el nombre de Eric Bieniemy aparece en el carrusel de posibles entrenadores en jefe en la NFL. Su nombre es una constante, como lo es también el hecho de que nunca ha recibido una oferta de alguna franquicia para dirigir el rumbo de un camerino.

¿Qué es lo que particularmente tiene Eric Bieniemy para ser siempre la novia, pero nunca llegar al altar?

Si bien hay teorías de conspiración, la respuesta parece ser una razón tangible en particular. Bieniemy tiene la hoja de vida, especialmente ahora que es dos veces campeón del Super Bowl formando parte de una de las mejores ofensivas en la NFL con los Kansas City Chiefs.

También para sus jugadores tiene el carisma y la inteligencia para hacer el trabajo. Alguien con tanto éxito y con tanto apoyo debería no solo recibir entrevistas, sino ser codiciado como billete dorado, pero en este caso no es así.

¿Por qué?

Una Habilidad Puede Hacer la Diferencia.

Tengo un amigo que cursó toda la universidad conmigo. Un tipo inteligente, de excelente escritura, disciplinado y con una fantástica habilidad para explicar noticias y contar historias. Sin embargo, él no trabaja en nada relacionado a periodismo, puesto que nunca encontró un lugar en esta bella pero absolutamente atestada profesión.

La diferencia entre él y yo fue simplemente una habilidad: Yo sé hablar y escribir en inglés y él no. El resto de la hoja de vida es muy similar.

Mi amigo, indiferente ante la realidad de la profesión, no tuvo el tacto o la iniciativa para aprender esta aptitud que hoy luce imprescindible en el mercado y acabó dedicándose a otra cosa.

Eric Bieniemy, al contrario, tomó una decisión que para muchos es cuestionable puesto a que pensamos -equivocadamente- que la vida siempre implica moverse hacia adelante. Sin embargo, desde el punto de crecimiento, su osadía puede dejarnos una gran lección.

Bieniemy dio un paso hacia el costado, pero no bajo la definición errada de que ese movimiento involucra una renuncia. Al contrario, se movió a Washington, con el mismo puesto de trabajo, pero con la única idea de llamar jugadas a la ofensiva para los Commanders, siendo este el único requisito palpable que le hacía falta en su tiempo con los Chiefs.

Muchos verán ese movimiento como un paso al vacío, porque como lo mencioné anteriormente, hay una errada percepción de que, si no vamos para adelante, no estamos avanzando. Pero en la vida no hay un camino lineal perfecto; eso es parte de lo que la hace fascinante y provocadora.

Ese movimiento de Bieniemy es estratégico y táctico, como el de una torre en un juego de ajedrez, que se mueve hacia adelante, atrás o a los costados, con la misma peligrosidad independientemente de la dirección.

Lo que Eric halló luego de tantas entrevistas fue la naturaleza del mercado y tomó, a diferencia de mi amigo con el inglés, una decisión que requería mucho valor. Entendió que debía probar que podía hacer el papel completo de coordinador ofensivo, es decir llamar jugadas, si en un futuro quiere ser entrenador en jefe.

¿Qué tan importante es para un coordinador ofensivo probar que puede llamar jugadas? Es como los niños y los sueños, Aaron Rodgers y los rituales inusuales en temporada baja o como Andy Reid y las hamburguesas. Van absolutamente de la mano.

Para ponerlo en números, 17 de los 32 entrenadores en jefe actuales en la NFL son de corte ofensivo (53.1%). De esas 17 mentes ofensivas, 13 llamaron jugadas en su anterior trabajo a ser entrenadores en jefe (76.4%).

Los únicos que están fuera de esa lista son Nick Sirianni, quién si bien no llamó jugadas en Indianápolis previo a su éxito en Philadelphia, viene de una familia (padre y hermanos) de entrenadores a nivel universitario y colegial. Su atractivo como prospecto era global, no solo ofensivo.

Y los descendientes de los árboles de Kyle Shanahan y Sean McVay: Mike McDaniel (Miami), Zac Taylor (Cincinnati) y Kevin O'Connell (Minnesota), que por moda o por ser alumnos de una escuela tan particular como la de Mike Shanahan, llegaron con un sello de aprobación previo.

Bieniemy no contó con tales beneficios, pese a ser innegablemente más exitoso que los nombres mencionados que sí fueron contratados.

La lección que debemos aprender de él es que un paso hacia el costado o inclusive hacia atrás no es un movimiento fatalista si es parte de un plan para lograr un objetivo más grande.

El moverse de una de las mejores franquicias de la NFL a una de las peores es Eric Bieniemy apostando por sí mismo.

No tengo idea si eventualmente esa decisión le dará un trabajo como entrenador en jefe, pero no puedo negar que admiro su disposición, pese al vendaval de críticas, de buscar un camino alternativo para llegar a la cima de su profesión.