Al repasar la biografía de Josh Allen, el candidato más sólido a ganar el premio MVP de la NFL, me fue más sencillo imaginarlo jugando con su hermano Joel en esa granja de 3,000 acres en Firebaugh —un pequeño pueblo agrícola del Valle Central de California habitado, en su mayoría, por jornaleros inmigrantes—, en la que sus padres se ganaban la vida cultivando algodón, trigo y melones, que redactando esos más de mil correos electrónicos que mandó tras jugar un año en la modestísima universidad local Reedley College para suplicar por una oportunidad de competir en División I de la NCAA.
El testigo, que él mismo le compartió al periodista Mark Schlabach y que luego fue inmortalizado en una campaña promocional de Gatorade, reveló el fuego interior revestido de desesperación con el que Allen intentó llamar la atención de los entrenadores en jefe, asistentes y coordinadores de los equipos más importantes de la nación:
"Hola entrenador, mi nombre es Josh Allen y soy mariscal de campo en Reedley JC en California. ¡Mido 6 pies 5 pulgadas, peso 210 libras y siento que encajaría perfectamente en su esquema ofensivo! ¡Por favor eché un vistazo a mi highlights y comuníquense conmigo cuando le resulte conveniente! Gracias".
Tiene su encanto lo de redactar un mensaje genérico con la promesa de "encajar en su esquema ofensivo", considerando que el futbol americano colegial es una de las salas de probaturas tácticas más estimulantes del deporte profesional. El caso es que la solicitud solo fue atendida por dos universidades: Eastern Michigan y Wyoming. De entrada, el físico y el carisma de Allen lo hacían mucho más mercadeable como miembro de los Cowboys que de los Eagles, aunque esa no fue, ni con mucho, la razón por la que Wyoming visitó la granja de la familia Allen —el único lugar que exigiría una parada en Firebaugh— para entrevistarse con el patriarca de la familia y pronunciar, en voz del entrenador en jefe Craig Bohl, aquellas palabras tan convincentes: "Recorrimos todo el país y solo hay un quarterback que verdaderamente nos entusiasma: su hijo. Él será la cara de nuestro programa".
De esa manera Josh Allen eludió el destino que la familia había trazado desde su bisabuelo, Arvid "Swede" Allen, quien, siendo originario de Suecia, arribó primero a Ellis Island, en Nueva York, para después establecerse en Firebaugh durante la Gran Depresión. Sin embargo, a Josh le seducía más seguir los partidos de la Universidad de Fresno State, donde para entonces jugaba Derek Carr en la posición de quarterback, que convertirse en la cuarta generación de granjeros prominentes del pueblo.
Fue así que Wyoming, de golpe, pasó de ser conocida por la colisión entre las grandes llanuras y las montañas Rocosas, las praderas de grandes alturas sobre el nivel del mar, su condición de estado despoblado, sus cielos abiertos, sus hermosos paisajes, la cultura vaquera, las asambleas indígenas, sus áreas naturales vírgenes y el parque nacional de Yellowstone a convertirse en la sede de la universidad donde jugó Josh Allen antes de ser seleccionado por los Bills de Buffalo en la primera ronda del draft de 2018.
Sobra decir que lo de erigirse como uno de los nombres propios de la NFL no estaba en el presupuesto. Como tampoco estaba que saliera de Firebaugh. Y como tampoco estaba el que alguno de esos mil correos electrónicos tuviera el más mínimo eco.