En Portátil, un compendio de relatos, ensayos y materiales inéditos sobre David Foster Wallace, Inés Martín Rodrigo escribió una conmovedora editorial como homenaje póstumo bajo el nombre de "El genio que no supo divertirse". En ella se aborda la genialidad y creatividad del autor de La broma infinita, pero también esas inseguridades y angustias que lo llevaron al suicidio y que, al mismo tiempo, le permitían brillar como "una estrella tímida y precipitante" que "refulge más allá de lo esperado, cuando nadie lo espera".
Si tuviéramos que trazar un símil a nivel de sensaciones con alguno de los genios contemporáneos en la NFL, suponiendo que la inconfundible bandana que esculpió el mito pudiera ser transferible, lo lógico sería pensar en Mike McDaniel; especialmente por esa mirada aguda, esa imaginación desbordante y esa cantidad demencial de notas al pie de página que va dejando en cada partido. Por fortuna para todos, McDaniel no se siente atormentado ni perseguido por el hastío. Todo lo contrario: transmite una serenidad impropia para alguien que procesa tanta información compleja en su cabeza.
Pero, más allá de tender puentes con langostas y de crónicas sociales a bordo de cruceros de lujo por el Caribe, reparemos en lo que hace a McDaniel un entrenador tan singular. Antes de entender el fenómeno global, no olvidemos que Tua Tagovailoa estuvo a otro paso en falso de la gerencia general de Miami de ser considerado un bust. Esto da pie para pensar que todos los jugadores están a un Mike McDaniel o a un Chan Gailey, según sea el caso, de triunfar o fracasar en la NFL. Asusta el solo hecho de pensarlo.
Oriundo del cinturón metropolitano de Denver, McDaniel creció siendo fanático de los Broncos, hasta cumplir el sueño de cualquier niño: trabajar como recogebalones de su franquicia favorita. Luego, tras graduarse de Yale, volvió a Denver para pedirle una carta de recomendación a Mike Shanahan, padre de Kyle, quien conmovido por la gran curiosidad intelectual de aquel profesional en ciernes, le ofreció un trabajo como pasante en la organización. Así, McDaniel pasó de tener lista la ropa del departamento de scouts a interpretar un rol activo en un staff de entrenadores de NFL en cuestión de un año.
Después de eso, McDaniel se volvió inseparable de Kyle Shanahan, con quien emprendió la aventura de cimentarse una reputación en la NFL lejos del padre de éste, desde Houston, pasando por Cleveland y Atlanta, hasta llegar a San Francisco, la consumación del golpe de estado que los certificaba como las banderas de la nueva revolución a nivel táctico en la liga. Evidentemente, ese vínculo tan estrecho con la dinastía Shanahan deviene en un vínculo estrecho con la reformulación teórica de la West Coast Offense, con la receta clásica e infalible de bloqueo zonal que instituyó el legendario Alex Gibbs como báculo sagrado.
El colega Jorge Edu Fernández, especialista táctico donde los haya, hacía bien en detenerse en Tyrek Hill como ese agente de cambio que provoca que el repertorio no solo se vuelva impredecible, sino indefendible para casi cualquier equipo. El revoloteo de Hill a campo abierto no solo intimida y siembra terror, sino que le permite que los Dolphins puedan ser absurdamente dominantes atacando el centro del campo, donde Tua Tagovailoa se siente el mejor quarterback del planeta. Esto no sería posible sin el paquete de motions más creativo de toda la la liga, mismo que Mike Pellegrino, entrenador de back defesnvisos de los Patriots, no dudó en calificar como uno de los desafíos actuales más importantes para cualquier unidad defensiva.
Esos chicos aportan un elemento diferente de velocidad y juego dinámico. Realmente estiran el campo en horizontal y vertical. No solo recorren rutas profundas, sino que recorren rutas cortas. Se pueden plantar en ángulos imposibles, entrar y salir. Es un grupo muy talentoso. Mike McDaniel los usa de gran manera y Tua pone el balón justo donde debe estar. Mike Pellegrino
Por suerte, a diferencia de DFW y otros poetas malditos, McDaniel no coquetea con el colapso emocional. Disfruta, ríe, se conmueve y promueve la creatividad incluso en los festejos de touchdown: "Creo que parte de lo que intentamos hacer con los Dolphins es trabajar duro e incansable, pero en ese proceso tratar de divertirnos haciéndolo. Es difícil anotar touchdowns en esta liga. Entonces, cuando lo haces, si los muchachos quieren tomarse cinco o diez minutos adicionales para organizar algo o tener un plan, definitivamente lo refuerzo positivamente en las reuniones del equipo, revisando de cerca esas celebraciones para que se mantengan al mismo nivel que nuestro juego".
Es, en ese sentido, un genio que siente vértigo por el abismo. Y está bien. Entre más lejos lo tengamos del agujero negro, mejor. Así seguimos disfrutando todos.