Los tímpanos aún zumban. Las piernas tiemblan gracias a los 1000 y un escalones que se han subido y bajado en el imponente Corinthians Arena. La cabeza recuerda, haciendo sintaxis con el resto del cuerpo, los escalofríos que generó el himno de la República Federativa de Brasil, algo tan icónico que casi se roba el show del primer partido de la National Football League en nuestras tierras, un hecho que confirma el desembarco del mejor deporte del planeta en el sur del continente.
A veces a uno le cuesta dimensionar lo lejos que ha llegado el fútbol americano. Una disciplina mirada de reojo desde el Canal de Panamá hacia abajo, los pasos hacia adelante desde que, desde la oficina del comisionado, decidió agregar a Brasil. En la primera incursión del programa internacional con los derechos de cada franquicia son esperanzadores, y el pináculo de todo ello fue un fin de semana plagado de pequeñas victorias de la liga en uno de los mercados deportivos más importantes del mundo.
Desde el miércoles, día en que personalmente llegué a São Paulo, acompañaron al ambiente los aviones que llegaban desde Estados Unidos con un puñado de fanáticos de ambas franquicias. Durante las horas contiguas, y con mayor caudal durante el jueves y el viernes, simpatizantes de todas partes de Brasil se filtraron en las arterias del corazón del país. La ciudad es, sin dudas, merecedora de que la apartemos de estos pensamientos: su inmensidad hace que no alcancemos a describirla en su totalidad, pero hay algo que me dice que volveré, ya sea por fanático de las grandes metrópolis o simplemente por el hecho de que un viaje de trabajo no te hace conocer realmente lo que un lugar tiene para ofrecerte. Si es en el contexto de otro partido del mejor football del planeta, algo que sin dudas volverá a ocurrir, me percataré de poder dedicarle más tiempo a uno de los centros urbanos masivos que tiene el planeta.
Pero el título de este artículo tiene una razón de ser. No solo los estadounidenses, impulsados por el fanatismo por Packers o Eagles, dos de los equipos que mejor viajan en la NFL, o los brasileros, visiblemente movilizados por el hecho de tener un evento de tal magnitud en su país, estuvieron presentes. Con el correr de los días, y sobre todo en gameday, argentinos, chilenos, uruguayos, colombianos y mexicanos fueron solo algunas de las nacionalidades distinguibles, cada uno con su manera particular de hablar el español, pero con un inquebrantable amor por el fútbol americano. La experiencia de vivir un juego de, como me gusta decirle, la liga más bonita del mundo, jamás estuvo tan al alcance de las manos, y el latinoamericano estuvo más que a la altura.
En la retina y el cerebro de muchos, sobre todo para los locales, quedará la bellísima interpretación del himno brasilero, un momento que quebrantó al más fuerte y que fue reconocido por cada una de las personas que llenaron las más de 50.000 butacas que posee el estadio de Corinthians. En el debe, por razones obvias y a las cuales no hay que escaparles, quedará lo deportivo, sobre todo para aquellos puristas del deporte que les gusta el juego limpio: la cantidad de errores, penalidades y malos llamados inundaron el partido.
La nobleza obliga al análisis en dos factores distintos. Es la primera semana de NFL, y para el momento en que usted lea este artículo, se habrá dado cuenta de que su mariscal favorito también tomó al menos cinco malas decisiones en su partido, o que la línea ofensiva del equipo por el cual alienta cada fin de semana agarró de más un defensivo varias veces. "No fue lindo, pero una victoria es una victoria", declaró Nick Sirianni después del juego. Y cuanta razón tiene.
El partido de São Paulo no fue lindo a la vista, pero claramente vino holgado de emociones. Los Packers dominaron completamente el primer cuarto y le hicieron precio a los Eagles, que muy inteligentemente fueron inclinando la balanza a su favor en un encuentro que tuvo todo lo que los fanáticos podían pedir: intercepciones, fumbles, grandes tackles, jugadas grandes de todo a la ofensiva y goles de campo, tanto acertados como errados. Finalmente, en un final manchado por la lesión de Jordan Love, fue Philadelphia quien salió victorioso, aunque el juego fue, tal y como se anticipaba, una moneda al aire.
Para otra oportunidad quedará el análisis de que lo que ocurre en el emparrillado. De esas visiones sobran. Pero hay que marcarlo claro, para que lo sepan los fanáticos, los equipos e incluso para que la misma liga no lo olvide: bienvenida la NFL a Sudamérica. Cuál sea el plan que haya estipulado… fue, es y será un éxito rotundo.