Un primer pick de draft es cosa seria. Se me han aparecido en sueños Bijan Robinson y Breece Hall para convencerme: quieren que me traicione y elija un running-back en mi primer turno. Yo, un fiel feligrés de la iglesia de Mauricio Gutiérrez, quizá el analista de Fantasy más confiable en mi periplo como devoto a este extraño juego de puntajes, yardas recorridas y milagros inesperados, estoy profundamente confundido al saber que él también duda. Cuando empecé el Fantasy, me dijeron que tenía que sostener mi equipo a través de un running-back. Luego cedimos ante el despegue definitivo de Travis Kelce y ubicamos al tight-end de los Chiefs como la oportunidad de arrancar los duelos con, fácil, diez puntos de ventaja. Después vinieron los stacks (elegir quarterback y wide-receiver de un mismo equipo) como la fórmula ideal. Hoy, lo admito, me muerdo las uñas cuando se postran frente a mí las diversas posibilidades: ¿Bijan? ¿Breece Hall? ¿o espero a los Garret Wilson, Amon-Ra St. Brown y Chris Olave?
Decidí caminar un trayecto de dos kilómetros para ponerme en los audífonos un podcast cuyo título era, palabras más, palabras menos, ¿Bijan Robinson o Breece Hall? La respuesta nunca llegó. Le pedí a Ángel, mi amigo y compadre de obsesión, su opinión; me dijo que lo que tú decidas, amigo. ¿Cuántas cabezas habrán rodado hacia la locura en cuanto vieron que el panorama del primer pick se abría ante ellos? Puedo seguir una hoja de ruta medianamente convincente: ningún running-back en primera ronda salvo que te caiga alguno entre Bijan Robinson y Breece Hall. Luego: no le diría que no a Tyreek Hill, aunque sí podría fingir demencia al encontrarme con un Justin Jefferson cuyo quarterback aparentemente será Sam Darnold, lo cual genera tanto entusiasmo como ser tacleado por Myles Garrett desde el lado ciego. Ja'Marr Chase y CeeDee Lamb, sólidas opciones, están amenazando a sus respectivos equipos con no jugar salvo mejora contractual. ¿Quiere alguien pensar en los ciudadanos de a pie para los que un gran porcentaje de felicidad en su día a día dependerá del primer clic que hagan en ese draft?
Ya tengo mi primer equipo, por cierto. La primera ronda de draft fue medianamente sencilla: me tocó el tercer pick y me abracé con brazos y piernas a Tyreek Hill. Este año entré, si la memoria no me falla, a siete ligas de fantasy. Es, de lejos, mi año más aventurero. El problema, entre comillas, fue que tras Hill cayeron como fichas de dominó Jaylen Waddle y Devon Achane, en ese orden. Me convertí, de pronto y sin advertirlo, en el próximo fanático más furibundo de los Miami Dolphins. Si a ellos les va bien, a mi equipo le irá bien. Mis tres buques insignia juegan como locales en el Hard Rock Stadium. La filosofía y la probabilidad son claras: tener todos los huevos en una canasta es arriesgado; podría haber semanas de total sequía. Estoy también, sin embargo, haciendo una suerte de all-in en una ofensiva prolífica: en teoría alguno debería brillar cada semana. Yo, un recalcitrante aficionado a los Chargers que se ha peleado constantemente en redes sociales con gente de los Dolphins defendiendo a Justin Herbert como un mejor jugador que Tua Tagovailoa, debo ahora entregarme por completo al nacido en Hawái y prenderle una veladora semana a semana.
Sin embargo, jugar en tantas ligas tiene desventajas. El domingo próximo se vislumbra como una guerra sin cuartel de cuatro drafts: uno vespertino y tres nocturnos. Estaré viviendo mi propia noche de locura en momentos en los que el país últimamente se paraliza ante el reality-show de moda. Lo aviso desde ahora: quiero una sobredosis de wide-receivers. Los quiero a todos, aunque solamente necesite dos en posición natural y uno en el flex: es más fácil sustituir corredores en los waivers (no he vivido mis drafts y ya estoy pensándome los martes por la mañana eligiendo cuál será mi waiver principal y a quién voy a tirar).
Desde aquí deseo que todos y cada uno de mis equipos -The E Street Band, Sterling Cooper, Los Amigos del Touchdown y aquellos que solamente llevan mi usuario de Twitter- consigan cartas importantes en el draft. Es probable que caiga más pronto un hablador que un cojo y termine por conformar un equipo con Justin Jefferson, Derrick Henry o Davante Adams. Quizá todos juntos. Lo único de lo que estoy seguro es de que por ahí de diciembre estaré estrellándome la cabeza contra la pared al no haber agarrado algún nombre del que hoy nadie está hablando. Es ley de vida.