Rigoberto Sánchez es oriundo de Chico, California, la misma ciudad que vio nacer a Aaron Rodgers, pero sus raíces están en México, el país que dejaron atrás sus padres como migrantes. La odisea tanto de su padre, nativo de Guadalajara, como de su madre, originaria de Michoacán, le permitieron disfrutar las bondades de la Costa Oeste de los Estados Unidos, para posteriormente estudiar en la Universidad de Hawái.
En realidad, el sueño de Rigoberto, como el de cualquier joven con sangre mexicana, era el de jugar para las Chivas de Guadalajara, uno de los dos equipos de futbol más populares en México. Luego, marcharse a Europa y emular las hazañas de Andrés Iniesta. Al final, durante la preparatoria tuvo que elegir entre el futbol y el futbol americano. Se decantó por este último porque era el que más posibilidades le ofrecía de convertirse en profesional, aunque tuvo que aprenderlo desde sus fundamentos.
En 2017, Rigoberto Sánchez se ganó un lugar en la NFL como agente libre no drafteado. Para sorpresa de todos, se quedó con el puesto de pateador titular en los Colts de Indianapolis tras vencer en la carrera a Jeff Locke. Dos años más tarde, firmó una extensión de contrato con el equipo hasta 2023, a cambio de 11.6 millones de dólares.
A finales de 2020, horas antes de disputar un partido frente a los Titans, Rigoberto se enteró de que tenía cáncer. Sin decírselo a nadie, salió a jugar para ayudar a su equipo a ganar. "No quería causar lástima", confesó tiempo después. Días más tarde, tuvo que ser operado de emergencia para extirparle un tumor maligno. En una gran muestra de fortaleza, el mexicoamericano volvió a los emparrillados apenas tres semanas después, totalmente recuperado.
Con una nueva temporada en el horizonte, Rigoberto Sánchez buscará seguir honrando sus raíces mexicanas. Habiendo dejado atrás la enfermedad, su objetivo es mantenerse en la NFL por muchos años más.