La historia de la rivalidad entre Ravens y Browns tiene un protagonista absoluto: Art Modell.
Después de adquirir a los Browns en 1961, el empresario tomó una de las decisiones más controvertidas de la historia de los deportes: despedir al legendario Paul Brown como entrenador. Las cosas le resultaron más o menos bien, puesto que logró mantener a Cleveland como un equipo ganador. De hecho, al año siguiente los Browns conquistarían su último campeonato de NFL, antes de la era del Super Bowl.
Cuando todo parecía marchar en buenos términos, los entonces Cleveland Indians, el equipo de beisbol de la ciudad, cancelaron el contrato de arrendamiento que tenían con Modell y consiguieron que el gobierno local les construyera un estadio propio. Esto supuso un duro golpe para las finanzas del empresario y el modelo deportivo. Para cuando los Indians se marcharon a Jacobs Field, en 1994, Modell afirmó haber perdido millones de dólares. Un año años más tarde, después de haber sido un gran crítico de la mudanza de los Baltimore Colts a Indianapolis, anunció en Camden Yards, el parque de beisbol de los Orioles, que los Browns se mudaban a Baltimore.
Luego del duro golpe sufrido con la partida de los Colts, hacia 1996 Baltimore volvía a tener una franquicia de NFL: los Ravens, mote inspirado en el popular poema de Edgar Allan Poe. Como equipo de expansión, Modell sepultó la historia de los Browns y buscó heredar la de los Colts, poniendo un estatua del mítico Johnny Unitas afuera del estadio. En paralelo, Cleveland, el gran bastión de la clase obrera en Ohio, se quedó sin futbol americano profesional. Entonces ocurrió lo ineludible: el empresario oriundo de Brooklyn se convirtió en enemigo público de la ciudad.
Así, los Ravens comenzarían su joven camino como franquicia en la NFL. Una historia que tuvo su primer gran capítulo en el draft de ese mismo año, cuando el equipo seleccionó a las dos piezas sobre las que se construyó la franquicia: el linero ofensivo Jonathan Ogden y el linebacker Ray Lewis. Para 1999, con la llegada de Brian Billick como entrenador, el equipo tomó el rumbo definitivo e irrumpió como protagonista absoluto de la NFL.
Curiosamente, ese mismo año se cristalizaría el regreso de los Browns a Cleveland con Al Lerner como dueño. A la siguiente temporada, mientras los Browns padecían el hecho de haberle entregado las riendas a Tim Couch, los Ravens llegarían al Super Bowl frente a los Giants, venciéndolos con una de las exhibiciones defensivas más dominantes de todos los tiempos.
A partir de entonces, la historia ha sido distinta para una y otra franquicia. Los Ravens se han mantenido como un contendiente perenne en la AFC Norte, mientras que los Browns apenas han podido visitar los playoffs en dos oportunidades.
A día de hoy, Baltimore sigue teniendo más certezas competitivas con John Harbaugh al timón y Lamar Jackson como playmaker. Por su parte, Cleveland hipotecó buena parte de su futuro en Deshaun Watson tras el desencanto que supuso la espiral descendente de Baker Mayfield.
Más allá de lo que le depare el destino a ambos proyectos en el plano deportivo, un Ravens-Browns siempre será un duelo con grandes repercusiones sociales y culturales. La herida, pese a todo lo que ha ocurrido desde entonces, sigue abierta.