Hay veces donde la ficción no se aleja tanto de la realidad. Esta es una de ellas. En el despiadado campo que es la NFL, cada yarda es una batalla encarnizada y cada esperanza se construye y se derrumba con la misma rapidez. Al igual que Hugh Glass, el personaje que encarnó Leonardo DiCaprio en El Renacido*, Sam Darnold ha encontrado por fin su camino.* Como el cazador abandonado y dejado a su suerte en los helados bosques, Darnold ha sobrevivido a la desdicha de ir vagando de franquicia en franquicia hasta llegar a liderar a unos Minnesota Vikings que cuentan todos sus partidos por victorias.
Al inicio de esta campaña, pocos habrían predicho que los Vikingos, bajo los mandos de Darnold, serían el equipo que acompañarían a los Kansas City Chiefs en su condición como invicto. Sin embargo, cada partido ha sido una nueva prueba de la determinación de un combinado que ha renacido, de la mano de un quarterback que da vida a todas y cada una de las letras de la palabra 'redención'.
La travesía de Sam Darnold en la NFL no ha sido fácil. Como Hugh Glass en El Renacido, su camino ha estado marcado por dificultades que habrían quebrado a muchos. Seleccionado como el tercer pick en el Draft de 2018 por los New York Jets, el hombre nacido en Orange County se consideró en su momento como el salvador de una franquicia perdida. Pero la realidad fue mucho más cruel. En medio de un caos en las oficinas, con constantes cambios en el cuerpo técnico y falta de talento a su alrededor, Darnold poco o nada podía hacer.
Las temporadas con los Jets fueron como los gélidos inviernos que Glass tuvo que soportar. Los errores y las derrotas se acumularon como la nieve, y los "fantasmas" de los que él mismo habló en un célebre comentario tras un partido en 2019 lo perseguían cada vez que pisaba el campo. Para muchos, su paso por los Jets era una sentencia de muerte para su carrera. De ahí se marchó a Carolina en 2021, en lo que los expertos consideraron su última oportunidad, así de vil es esta liga. Su aventura con los Panthers fue breve, pero suficiente para alimentar las dudas sobre su capacidad para liderar a un equipo de élite.
La llama de Sam se iba consumiendo por momentos y más aún cuando en San Francisco, estaba a la sombra de Brock Purdy. Fue entonces cuando el frío del Midwest avivó su corazón y consigo, su carrera. Pese a escoger a JJ McCarthy en el Draft, los Vikings firmaron a Sam. Contrato de un año y dejémoslo ahí, pensarían en las oficinas de Minnesota. Todo cambió cuando el rookie se destrozó la rodilla en la pretemporada. Lo que parecía asiduo en la primera semana se convirtió en habitual a la cuarta. El nombre de Sam Darnold volvía a correr como la pólvora en redes sociales, ese mismo nombre que tiempo atrás quedaba casi caduco para los aficionados de este deporte.
A diferencia de sus años en Nueva York y Carolina, en las orillas del Río Mississipi ha encontrado estabilidad, un cuerpo técnico que confía en su capacidad y un equipo que ha respondido a su liderazgo. Darnold, como Glass, ha luchado contra los elementos—la crítica, el escepticismo, sus propios fantasmas— para salir victorioso. No es fácil triunfar en la NFL. Tampoco lo es sobrevivir a tu propia soledad.
El equipo ha mostrado una cohesión que tiempo atrás no era común. Como un grupo de sobrevivientes unidos por una causa mayor. Cada partido ganado no ha sido solo una victoria en el marcador, sino una reafirmación de que están construyendo algo especial. Hace ocho años que The Twin Cities no arrancaba con 4-0 en su casillero. Y en cada una de esas victorias, la presencia de Darnold ha sido crucial.
El gélido invierno de la NFL se avecina, y los Vikings tendrán que demostrar que su éxito no es efímero. Si algo ha demostrado Sam Darnold es que no teme a los desafíos, ya que ha encontrado en sí mismo la fortaleza para seguir adelante.
El Renacido brindó a DiCaprio el tan ansiado Oscar a mejor actor.
La América Salvaje lo devoró, pero él ganó.
Tal y como hizo Sam.