Ahora que Flores de otoño, de Aki Kaurismäki, está haciendo su recorrido por salas de cine, pensaba en lo mucho que me gustaban los directores que destilan cinefilia y que rinden homenajes a los personajes que influenciaron su manera de concebir el arte. Esto a raíz del festival de referencias que plantea el finlandés en su más reciente película, una comedia romántica sobre la clase obrera cargada de optimismo, donde desfilan apóstoles del séptimo arte como Robert Bresson, Jean-Luc Godard y Charles Chaplin, e incluso coetáneos con los que comparte territorio y convicciones, como el caso del artesano de garage Jim Jarmush.
Algo parecido me ocurre con los entrenadores NFL. Cuando comienzo a engancharme con el trabajo de alguno, de inmediato disecciono su perfil y me propongo descubrir de donde viene, cuáles son sus influencias y por qué es el tipo de entrenador que es.
A Shane Steichen, el hoy entrenador en jefe de los Indianapolis Colts y figura clave para que Jalen Hurts haya emergido como un pasador élite en Filadelfia, comencé a controlarlo realmente a partir de su trabajo como mentor de Justin Herbert durante su brillante y condecorada temporada como novato en los Chargers, donde sirvió como coordinador ofensivo en el staff de Anthony Lynn. Entonces supe de la relación tan íntima y de mutuo respeto que había desarrollado con el veterano Philip Rivers en su anterior rol en el equipo: entrenador de quarterbacks. Y de pronto, de tanto tirar y tirar, me encontré con que su principal influencia había sido Norv Turner, el hombre que le dio su primera oportunidad en un staff de NFL en 2011, como ¡asistente defensivo!
A diferencia de Mike McCoy y Anthony Lynn, Turner —cuya reputación resplandeció a partir de aquellos campeonatos espalda con espalda como coordinador ofensivo de Jimmy Johnson en los Dallas Cowboys de Troy Aikman, Emmitt Smith y Michael Irvin— sí sirve para obtener pistas en torno a las obsesiones, convicciones y métodos de Steichen. Para el responsable absoluto de los Colts, la gran virtud de Turner es la manera en que "siente el juego". Cuando ambos coincidieron en Cleveland, a Steichen le impresionó que durante un partido frente a los Patriots Turner haya mirado apenas tres o cuatro veces el libro de jugadas: "Él siempre decía: ejecuta. Los juegos en los que más fino he estado llamando jugadas han sido en los que no estoy pendiente de mirar el libro de jugadas todo el tiempo".
Más allá de sus vínculos ineludibles con la ofensiva Air Coryell —un sistema vertical que propone, entre otras cosas, estirar el campo, crear duelos individuales favorables en zonas profundas y capitalizar con jugadas grandes cualquier ráfaga de inspiración—, la filosofía de Turner en torno al playcalling, ahora impregnada en Steichen, tiene que ver con emparejar a tus mejores jugadores, en el mejor escenario posible, ante los peores jugadores del rival, en el peor escenario posible para ellos.
Hay dos conceptos en los que suele insistir mucho Steichen cuando habla de su estilo: "sentir" y "disfrazar". Por la evidencia que tenemos, se puede inferir que ambos son, en buena medida, herencia de Turner. Respecto a la primera, Steichen suele apelar a una suerte de intangible en el que el playcaller, el quarterback y la ofensiva están alineados, unidos por la energía cósmica que emana del "feeling" de ejecutar la jugada perfecta en el momento perfecto. La segunda tiene que ver con no renunciar a lo que te funciona, sino de disfrazarlo creativamente para que siga funcionando una y otra vez.
No es que Steichen no sea un obsesivo de la pizarra, pero su principal carta como entrenador tiene que ver con una filosofía más simple: sentir el juego y asegurarse de que las virtudes de su equipo sean lo suficientemente compatibles con los defectos del rival.