Hay razones para pensar que el staff de entrenadores propuesto por Washington en 2011 provocó un punto de quiebre similar al de la París de la generación pérdida, la Berlín de cabaret, la generación beat o la nouvelle vague.
Tras su llegada a Miami como responsable absoluto, Mike McDaniel se unió a Kyle Shanahan, Sean McVay y Matt LaFleur como el cuarto miembro de aquel cuerpo de entrenadores promovido por el venerado Mike Shanahan —una consecuencia directa de la West Coast Offense de Bill Walsh— en convertirse en head coach en la NFL actual. Este es un dato que conmociona por diversos motivos, entre ellos el horrible rendimiento de la ofensiva de Washington ese año. Aunque tampoco podemos obviar el hecho de que la tríada conformada por Rex Grossman, Roy Helu y Santana Moss tampoco ofrecía ninguna promesa de inmortalidad. Ni que las verdaderas revoluciones toman tiempo. Mucho tiempo.
Para recapitular aquel episodio histórico, en el que confluyeron cuatro de las mentes más brillantes de la generación de entrenadores contemporánea, primero establezcamos los roles que interpretaron cada uno de ellos en el staff de Mike Shanahan: Kyle Shanahanan, su hijo, de entonces 31 años, fungía como coordinador ofensivo; LaFleur, también de 31, preparaba los quarterbacks; McVay, de 25, se encargaba de las alas cerradas y McDaniel, de 28, obtuvo un empleo como asistente ofensivo.
LaFleur y McDaniel se integraron al equipo de trabajo de Kyle Shanahan —quien tuvo que probar que estaba listo lejos del regazo de su padre— desde sus tiempos como coordinador ofensivo en Houston. LaFleur se ganó el respeto de Shanahan padre cuando este lo escuchó gritando en una sala apartada mientras garabateaba en un pizarrón. Aunque el caso del hoy entrenador de los Dolphins es todavía más curioso. Nativo de Aurora, Colorado, en el cinturón metropolitano de Denver, creció siendo fanático de los Broncos, hasta cumplir el sueño de cualquier niño: trabajar como recogebalones de su franquicia favorita. Luego, tras graduarse de Yale, volvió a Denver para pedirle una carta de recomendación a Mike Shanahan, quien conmovido por la gran curiosidad intelectual de aquel profesional en ciernes, le ofreció un trabajo como pasante en la organización. Resulta muy sorprendente que McDaniel haya pasado de encargarse de tener lista la ropa del departamento de scouts a interpretar un rol activo en un staff de entrenadores de NFL en cuestión de un año.
Mike Shanahan era como Steve Jobs. En ese equipo no pensábamos fuera de la caja. En realidad no existía ninguna caja. Mike McDaniel
La anécdota respecto a cómo aterrizó McVay en Washington también vale mucho la pena, puesto que involucra a John McVay, su abuelo y arquitecto como gerente general de la dinastía de los 49ers en los años ochenta. Cuando Mike Shanahan platicó por primera vez con él, de inmediato canceló las otras entrevistas que tenía pactadas para ocupar la posición que tenía vacante. Al tiempo que le pedían encuadernar libros de jugadas, sacar copias y organizar recortes de las defensivas rivales, el niño genio se divertía haciendo todo tipo de anotaciones en los pizarrones de las salas de video. Su memoria fotográfica y sensibilidad táctica no pasó para nada inadvertida.
Ahora bien, vayamos a lo que realmente importa: asumiendo que no necesariamente defienden a ultranza la misma ideología, ¿cuál es el denominador común entre estos cuatro entrenadores? Es imposible trabajar para Mike Shanahan y no apropiarse del concepto que popularizó junto al gurú de línea ofensiva Alex Gibbs: la outside zone o la variante de wide zone. Todos, en mayor o menor medida, son deudores de este esquema. Pero ¿de qué va? Partiendo de una mentalidad eminentemente terrestre, la idea de este concepto es estirar las defensivas rivales horizontalmente mediante una red más o menos coral de bloqueos en zona. Esto permite que los corredores tengan posibilidades distintas a la hora de explotar el espacio y que los defensivos de segunda y tercer altura se vean obligados a reaccionar. Por consecuencia, las rutas intermedias por el centro del campo saliendo del play-action se vuelven un territorio fértil para montar ofensivas de pases cortos y mucho ritmo.
Pero eso no es lo más interesante del esquema. En realidad, la verdadera innovación se gesta a partir de la flexibilidad que ofrece para presentar diferentes variantes de la misma formación. Si pensamos en McVay como el gran genio ofensivo de momento a la hora de esconder sus intenciones en la línea, deberíamos remitirnos también al rol que tuvo Mike Shanahan como coordinador ofensivo de George Seifert en San Francisco. Bajo su tutela, en alguna ocasión Jerry Rice, el mejor receptor de todos los tiempos, partió desde el backfield para generar caos en la lectura de los linebackers.
De modo que la gran herencia de Shanahan no tiene que ver tanto con una apuesta decidida por el juego terrestre o por ser un fundamentalista de la outside zone, sino por la inventiva a la hora de buscar crear ventajas donde el resto no repara. En ese sentido, Kyle Shanahan, Sean McVay, Mike McDaniel y Matt LaFleur comparten origen y territorio.
Visto lo anterior, estamos en posición de decir que la NFL actual no se explicaría sin detenerse a reflexionar en lo que sucedió en Washington con un precoz y heterodoxo staff de entrenadores.