Mientras preparo mi columna de la Semana 2 no dejo de darle vueltas a cómo debería afrontar el problema de la complejidad del football. Se ha convertido en un deporte tan pautado que, con el paso de los años, ha desarrollado un auténtico lenguaje propio. Pero no se trata de un lenguaje universal, no es una especie de esperanto adoptado por la comunidad, es un árbol del que han nacido múltiples ramas, en el que un mismo concepto es referido con nombres muy distintos. Ante esto, el divulgador debe tomar una decisión; o abrazar la complejidad y dar por sabidas muchas cosas, o pensar en el lector común y aliviar de densidad su discurso. La primera opción tiende al aislamiento; la segunda, a la simplificación.
Soy un convencido de que la belleza del football se encuentra en su complejidad. Es una especie de ajedrez visualmente agradable, que se puede disfrutar sin atravesar su capa más superficial, pero saber reconocer el razonamiento último que se esconde tras el avance de un peón es la vía más duradera para apreciar el juego mismo. El problema es que no hay nada más árido para el no iniciado que la literatura ajedrecista, y yo no quiero escribir para cuatro personas. Quizás ese pequeño cenáculo bastaría para reconfortar mi ego frágil, pero siempre he encontrado en esta postura rasgos de superioridad moral y de soberbia intelectual. Y en no pocas ocasiones, está aproximación esconde también un terrible vacío de contenido.
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Muchos programas están intentando usar los conceptos más simples y más rápidos que pueden jugar (…) Es como si fuese baloncesto sobre hierba. Bill O'Brien
Siempre he pensado que el football presenta una tendencia clara a convertirse en un deporte total que aglutine en su puesta en escena múltiples aspectos de diferentes disciplinas. En cualquier partido podemos observar ecos del fútbol en cada patada a palos o en cualquier despeje defensivo; del rugby, en cada placaje o en cada toss; del baseball o del balonmano, en los cada vez más elaborados ángulos de lanzamiento de los QBs... Incluso deportes tan alejados como el waterpolo comparten técnicas similares si, por ejemplo, analizamos en detalle la mecánica de un QB lanzando en salto.
En la actualidad, el deporte que mejor representa este proceso de hibridación es el baloncesto. Se puede distinguir su influencia en fases muy diferentes del juego, sea ataque o defensa. Hay movimientos característicos del basket que muchos jugadores han ido incorporando paulatinamente a su arsenal. Doug Baldwin ya nos explicó hace unos años como había añadido principios del crossover a sus rutas.
O cada vez es más frecuente ver señales del eurostep en muchos movimientos de los jugadores de línea defensiva.
Pero la mayor influencia la vemos cuando un ataque se enfrenta a defensas hombre a hombre en situaciones de corto yardaje. La forma más común de atacar estas coberturas es mediante pick plays en las que la labor de uno de los receptores como bloqueador es vital. Se trata de pequeñas variaciones de los bloqueos indirectos que se producen indiscriminadamente en el baloncesto para que el balón llegue a un tirador. En el football, todas estas rutas del receptor del slot, que rompen hacia el interior, buscan generar el tráfico suficiente para que el defensor responsable de seguir la ruta al flat se quede enganchado.
Cada semana vemos nuevas variantes de este tipo de bloqueos indirectos. Fijaos incluso como a Davante Adams le traiciona el subconsciente y termina la jugada con un mate de concurso.
Es una y otra vez la dinámica tomador-bloqueador. Cada WR Screen es un remedo de ataque estático. Se puede ver en el primer TD de Waddle contra Ravens. Se parece tanto a un Curl Cut a la salida de bloqueo que, en vez de correr a la End Zone, uno tiene la impresión de que va a terminar tirando en suspensión. Baloncesto sobre hierba.
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¿Qué tengo que hacer para ayudaros? Dwayne Haskins a su OL (2019)
El trabajo de cualquier jugador de línea ofensiva es vivir de espaldas, jugar ajeno a lo que está pasando en el pocket, y a las decisiones y movimientos del QB. En cada jugada ofensiva, de acuerdo con su desarrollo, están regladas infinidad de variables. Si queremos buscar el juego profundo, disponemos un drop back más amplio del QB que permita que las rutas se vayan desarrollando y que tendrá, a su vez, asociado unas técnicas de bloqueo determinadas. La OL no ve al QB, pero sabe donde está. La profundidad y la técnica de sus bloqueos están diseñadas para proteger un espacio muy determinado a su espalda. Aquellos QBs que usan un drop back más profundo del convenido, que llegan tarde a su top, que se mueven nerviosos en el pocket, desplazan constantemente ese espacio imaginario que la línea busca proteger.
El QB moderno, que se apoya mucho más en su condición atlética y en su capacidad para generar juego fuera del pocket, ha vivido enfrentado a esta sencilla idea y, en ocasiones, es fuente de múltiples disgustos para su línea ofensiva. Siempre buscando el scramble, siempre dispuestos a alargar la jugada, han olvidado que su OL juega con unas referencias y, no pocas veces, son los propios QBs los que tienden a correr hacia la presión.
Mahomes, en su ansía incontrolable de ganar cada jugada, ha dificultado en ocasiones el trabajo de su línea y, a su vez, se ha autolimitado, ya que su tendencia a escapar del pocket hacia la derecha ante una mínima presión eliminaba por simple geometría una parte amplia del campo.
Pero llegamos a 2022 y estamos viendo a un Mahomes mucho más disciplinado, con mucha mejor presencia en el pocket, caminando hacia sus lanzamientos, amenazando toda la anchura y toda la profundidad del campo. Su juego necesitaba evolucionar en ese sentido y este comienzo de año es tremendamente prometedor.
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La Presión de la Semana
No se trata solamente de la velocidad de sus primeros pasos y lo rápido que gana a cualquier Tackle que intenta un set de pase vertical, es también la violencia con la que Micah Parsons usa sus manos. Se puede ver en este club-rip. A cualquier Tackle no sólo le cuesta ganar la profundidad suficiente para negarle el arco, si no que es muy complicado mantener el bloqueo ante la violencia de sus manos. Es el jugador más en forma de la liga.
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Pases rápidos
- Si camina como un pollo, si huele a pollo y sabe a pollo... ¿Por qué la NFL se empeña en decir que Lamar Jackson es un pavo? Paguen a ese hombre.
- Estas dos primeras semanas, entre patadas falladas y muffed punts, podemos seguir comprobando que los Equipos Especiales ganan partidos mientras la gente rebusca en la nevera.
- Los equipos se empiezan descoser por la OL. Los Bengals están dando muestras claras de ser el mejor ejemplo este año.
- Nathaniel Hackett está decepcionando en el campo, pero también en su relación con los medios. Si no cambia, está a dos ruedas de prensa de convertirse en un meme.
- Todavía no se valora lo suficiente la influencia del juego de carrera en la gestión de ventajas en el marcador. Comparad el último cuarto de Patriots y de Raiders, y ya veréis.
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El diseño de la semana
A veces se agradece una comida sencilla, poco elaborada, pero nutricia, que nos caliente el estómago y nos deje una sonrisa en la cara antes de la siesta. Hoy no habrá sushi.
Este fin de semana pudimos ver en dos partidos un diseño muy similar que juega con la misma sencilla idea. Raiders y Rams aíslan a un receptor en boundary (lado estrecho del campo) y colocan a su QB bajo Center. La defensa ajusta cubriendo hombre a hombre a ese jugador aislado. No pueden doblarlo ya que deben derivar recursos a la caja ante la amenaza de carrera.
El CB no mira al QB, debe mirar al receptor para reaccionar y, al mismo tiempo, cree que, al estar el QB bajo Center, tendrá tiempo extra para recuperar durante el drop back. No mira al QB, pero intuye que tendrá tiempo. Pero, tanto Rams como Raiders, diseñan un pase rápido a una ruta fade y al CB le faltan esas décimas de segundo para reaccionar a la jugada.
Huevos con chorizo. Dos raciones.
Como diría Homer, "no conquistas nada con una ensalada".
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La jugada de la semana
1er Cuarto. 2:33 en el reloj
Posesión de 49ers en la 21 de Seattle. 2&8
Carrera de Trey Lance para 2 yardas.
La jugada más penosa de la semana es, a su vez, la más importante con mucha diferencia. Cosas de la NFL.
La carrera de Trey Lance hasta ahora es un cúmulo de desgracias. El COVID, su inexperiencia y las lesiones están impidiendo su desarrollo. Pero, desde mi punto de vista, hay algo que invita aún más al pesimismo; Lance no es un QB ultra-atlético, por lo menos en comparación con otros QB actuales. La seguridad de tener a Garoppolo como QB2 ha animado a Shanahan a incluirlo con menos precaución en el juego de carrera y yo, personalmente, no lo veo como un playmaker. De hecho, su lesión es, en parte, producto de su falta de instinto y elusividad con el balón en las manos. No es lo suficientemente dinámico, ni tiene el cambio de dirección o la visión necesaria para hacer fallar a los defensas en espacios reducidos; ni la fuerza suficiente para robar yardas percutiendo. Shanahan, al involucrarlo en ciertos esquemas de carrera, lo ha convertido en un blanco móvil. Sé que es un poco ventajista afirmar esto hoy, pero en la jugada de la lesión Lance no sabe mucho que hacer salvo ponerle el pecho a las balas.
Por lo demás, decía Montesquieau que "los hombres somos más capaces de grandes acciones que de buenas acciones". Siempre que veo a Jimmy G en los 49ers, pienso en esta frase. Parece destinado a llevar a lo más alto a SF, pero sin brillar. Es un poco su resumen vital como QB: ha ganado con consistencia y ha llevado a su equipo a rozar los altares, sin apenas tener un mínimo margen de lucimiento. Es un QB que tiene la "buena costumbre" de lanzar a sus receptores abiertos, pero su gran mal es la ausencia de hype y el carácter funcionarial de su juego.
Pero con todo esto, su entrada supone un realineamiento de la estructura de poder en la NFC. Jimmy G ya ha logrado que 49ers ganen con regularidad y no veo nada que se lo impida seguir haciendo.
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Rodilla al suelo
Tompkins, Dobson y Boyce.
A mucha gente que lea esto, estos tres nombres no les dirán absolutamente nada, pero, para quién les escribe, tienen la resonancia de un síndrome médico. Algo así como el "Síndrome Thompkins-Dobson-Boyce", y es un mal que aqueja periódicamente a los equipos NFL que disponen en sus filas de un QB generacional.
Si un QB es muy bueno, tiende hacer buena a la gente que tiene a su alrededor. Es tan bueno que ayuda a subir incluso el nivel de jugadores mediocres y llevarlos al éxito. Pero del éxito nace la inflación de las plantillas y el adiós de jugadores. Y en la renovación muchas veces surge la falsa seguridad de que tu QB seguirá haciendo buenos a jugadores del perfil bajo. Hay semanas que lo consiguen, aunque en el fondo del paladar nos quede cierto regusto amargo y la sensación de que no será algo sostenible frente a rivales de entidad. Este año, equipos como Ravens o Packers presentan claros síntomas del Síndrome TDB. Viajan en el mismo barco que los Patriots 2013 con Thompkins, Dobson y Boyce.
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